Ya ni modo, echando a perder se aprende, ahí se va, ahí como te salga…” ¿Te suenan familiares esas frases? Tristemente sabemos que sí; son parte de la idiosincrasia de la mayoría de la población en nuestra cultura.
Y sus efectos en nuestro progreso son demoledores. Imagínate cuántas veces un niño escucha este tipo de comentarios desde que es un bebé, hasta que llega a primero de primaria; justamente la etapa de mayor absorción y programación neuroemocional de la personalidad.
Para ese entonces, un niño promedio lleva ya acumuladas en su mente una enorme lista de ideas paralizantes, de razones por las cuales no se atreverá a hacer muchas cosas, y de certezas de que no podrá salir avante en multitud de retos que la vida le plantea.
Sus neuronas habrán creado engramas repetitivos que producirán el mismo mensaje una y otra vez.
Habrá aprendido la peor de las herencias: a conformarse. A no hacer un mayor esfuerzo porque ha aprendido que la vida funciona así, que basta con hacer lo suficiente, que no tiene sentido ir más allá.
Ahora contempla ese mismo panorama pero a nivel masivo, en la cultura e ideología tradicional de nuestro México; he ahí la razón del subdesarrollo.
Y también el gran reto para sus maestras, que de alguna forma también crecieron así, y quizá muchas de ellas lo superaron: ¿cómo le sacas la mediocridad a un niño de seis años de la cabeza y del corazón?
Es difícil, mas no imposible. Y se trata justamente de hacer cosas similares a quien busca dejar de fumar o de consumir alcohol en exceso: dejar de repetir e ir disminuyendo la frecuencia de esas conductas y expresiones.
Enseña al niño a decir: “vamos a corregir, salió mal pero en este momento nos damos a la tarea de enderezarlo, hagámoslo lo mejor posible, si sigo practicando es un hecho que saldrá mejor”.
A fuerza de repetirlo, pasará lo mismo que con las ideas negativas: se lo va a creer y desplazará los viejos pensamientos.
Si los padres de familia supiéramos a tiempo, la importancia que tiene el cómo moldeamos la mente de nuestros hijos, seríamos mucho más cuidadosos con nuestras palabras y decretos.
Así que cuida mucho lo que dices, sobre todo lo que te dices a ti mismo.