En mi ideario estuvo presente que la inseguridades causa de tres factores: falta de oportunidades de supervivencia y de progreso de las personas; corrupción de las instituciones que fue creciendo durante décadas; y la impunidad que gozaban quienes cometían delitos y sabían que (ya fuera por incapacidad o por relaciones), no serían juzgados y castigados, esto generó un caldo de cultivo que creció por mucho tiempo y que desembocó en lo que hoy vivimos.
Todos vimos el aumento del crimen protegido por las instituciones, casos desde el negro Durazo en los setentas, hasta los más recientes como Facundo Rosas o Genaro García Luna.
Muchos hemos sido testigos también de cómo personajes como Mario Marín, Ángel Isidoro Rodríguez alias “El Divino”, entre exgobernadores y funcionarios (por ser los más famosos), eludían el actuar de la justicia, acompañado de la costumbre de enterarnos de casos de secuestro, asesinato, robo o narcotráfico que se quedaron sin resolver, y sin castigar
De igual manera en los últimos treinta años la pobreza creció, el poder adquisitivo de la gente decayó a niveles de miseria, el salario mínimo no subía, el PIB de México tampoco, se polarizó la riqueza, se anquilosó el campo, se vendió lo que era propiedad nacional para quedar en muy pocas manos, generalmente de extranjeros, se redujo la inversión en salud, en educación, en industria, en cultura; se quitaron de los planes de educación materias como civismo, historia de México, o ética; esto aparejado de una cultura televisiva y musical que promueve los valores de la violencia y la delincuencia organizada, poniendo esta actividad como la panacea para los males de la pobreza.
Además de esto, vale hacer mención de la estúpida guerra que Felipe Calderón inició en su afán aventurero de legitimarse (tras perder una elección y apoderarse de la presidencia de la República a la mala), causando más de cien mil muertes y la aparición de muchos nuevos grupos delincuenciales en todo el país.
Ese es el efecto de la leche regada: dejaron la olla por mucho tiempo en la hornilla encendida, hirvió y hoy se derrama, y aunque se puede decir que llegó un gobierno que apagó la lumbre, ésta no dejará de derramarse de inmediato, tendrá que bajar la temperatura y bajo condiciones nuevas, regresar su nivel normal.
En Puebla tenían la hornilla a todo fuego: corrupción, impunidad, acuerdos entre gobierno y mafias, desigualdad y falta de oportunidades. Sin embargo, hoy escuchamos al gobernador reportar diariamente la limpia constante los cuerpos de seguridad, búsqueda exhaustiva de los responsables de robos, tráficos, secuestros u homicidios.
A nivel nacional vemos igualmente al presidente todas las semanas reportar la cantidad de detenidos y el seguimiento que se da a los casos federales, sin por eso pretextar una guerra o fomentar la violencia.
No hay solución fácil o inmediata para solucionar este problema, quien lo diga simplemente miente, pero creo que las estrategias de combatir la falta de oportunidades, la corrupción y la impunidad que se dan en el Puebla y en el ámbito federal son la clave para poco a poco, recuperar la tranquilidad.
Gabriel Biestro@Biestro