Desde siempre el principal promotor de la aplicación de encuestas para elegir las candidaturas en Morena ha sido el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, proponiéndolo como un sistema infalible para determinar el perfil más adecuado y competitivo para enfrentarse con éxito a un proceso electoral y terminar ganándolo. Esto es totalmente cierto, es prácticamente axiomático que una encuesta (bien llevada y de buena voluntad) va a dar como resultado siempre a la mejor persona para encabezar una competencia electoral. Sin embargo, cuando esa encuesta, como lo he planteado en alguna ocasión anterior en este mismo espacio, se vicia, se trastoca, es decir, se manosea o no es llevada de manera correcta, y entonces se usa para legitimar una decisión cupular que es contraria a los intereses de la gente y la opinión popular, es cuando llegan los descalabros.
Morena es hoy, a su corta edad, una potencia política nacional permeando en poco más de una década en casi todos los rincones del país, existen determinadas zonas donde no ha logrado ganar, y que su avance ha sido más lento, y como lo dice el Presidente, eso es bueno, nadie considera el ganar el cien por ciento de los comicios y abarcar absolutamente el territorio nacional, la oposición es un mecanismo que evita el anquilosamiento y cuida que no se trastoquen los derechos de nadie.
Sin embargo, Morena también ha sufrido descalabros importantes y no previstos, en zonas que se consideraban afines a la ideología de la Cuarta Transformación, en donde se tiene que estudiar con seriedad y responsabilidad histórica, por salud del partido. Qué es lo que pasó y qué es lo que salió mal, es decir, cuáles son los puntos débiles de este proceso para que goce de una confiabilidad a toda prueba.
Morena sigue gozando de cabal salud y mucha fuerza, pero esto no debe ser motivo para evitar el debate y buscar áreas que puedan mejorar, como ha dicho Paco Ignacio Taibo, el debate es una parte fundamental para seguir fortaleciendo el partido que abandera los principios de la 4T, sobre todo en acontecimientos que salen de las previsiones. Aunque los números como los que hoy tenemos, en los que se prevé mantener la Presidencia de la República y las principales gubernaturas como la de Puebla se van a ganar, el partido no se puede dormir en sus laureles, toda vez que el riesgo latente incide en el número de escaños en los congresos locales y federal, alcaldías y presidencias municipales.
Estas candidaturas serán de vital importancia, tanto como la de la Presidencia de la República y no se deben menospreciar sus procesos, hemos visto cómo el Presidente se vio impedido a llevar a cabo reformas históricas, de enorme relevancia y de gran beneficio para el país debido a la falta de diputados que compartieran la misma visión transformadora y votaran a favor de sus iniciativas, como ejemplo están la reforma energética y la reforma electoral, y hoy ha dicho la oposición (de manera un tanto irresponsable), que no permitirá más reformas de tipo constitucional. Eso me lleva obligadamente a recordar el caso del área metropolitana de Puebla, donde el efecto negativo, además de hacer que morena y sus aliados perdieran los municipios de Puebla, Cuautlancingo, Coronango, San Andrés Cholula y San Pedro Cholula, (que ya gobernaban), también hizo que de cinco diputados federales que en esa zona se tenían, se quedara la coalición, sólo con uno. Eso deja como saldo, sólo ahí, una diferencia de ocho votos en la Cámara de Diputados, pues no sólo se perdían cuatro votos a favor, sino que se convertían en cuatro votos en contra. Como ese caso, hubo otros similares en todo el territorio nacional, como en San Luis Potosí, o en la misma Ciudad de México, donde, siendo un bastión obradorista, se perdieron la mitad de las alcaldías.
Un riesgo latente se refiere a una situación potencialmente peligrosa, no dudo que Morena gane la presidencia con cualquiera de los tres prospectos que hoy tienen posibilidades de hacerse con la candidatura, pues los tres tienen grandes carreras, cercanía al obradorismo y gozan de la simpatía de la gente, pero quien llegue deberá estar acompañado de las fuerzas progresistas en los estados, en los congresos y en los municipios para poder continuar con la tarea de seguir construyendo una transformación, y esto no se logrará si no hay mayoría, y la mayoría no se logrará, como lo vimos en 2021, sin mecanismos que garanticen la legalidad y la transparencia en los procesos internos, que eviten la opacidad y la manipulación cupular en los procesos de selección. Tampoco se logrará si no hay una dirigencia dispuesta a hablar con las partes, a dialogar y debatir, a desactivar los problemas y no que sólo busque, como en Coahuila, expulsar como castigo a quien se atreva a alzar la voz.
Gabriel Biestro