El mundo se desmorona. Por un ente pequeñísimo que no está vivo.
Preocupados viendo la tragedia desenvolverse en cámara lenta, el virus nos tiene encerrados y temerosos.
Tan temerosos que aún no nos hemos dado cuenta del cambio profundo que tendrá la vida futura por esta extraña enfermedad.
El turismo, las fiestas, el comercio, el cine, los viajes, las clases, las protestas y una interminable lista de conductas, placeres y tareas se modificarán o cancelarán.
Nada será como antes. No hay normalidad futura, solo navegar las aguas inciertas de un futuro incierto.
Mis colaboraciones en radio, mis entrevistas con periodistas, mis clases y mis conferencias son desde hace meses provincia de las comunicaciones y las computadoras.
El mundo virtual, que ya estaba presente en nuestra vida diaria, ha tomado una tajada aún mayor de nuestra existencia.
Desde el primer día del encierro nos hemos entusiasmado con cada noticia -generalmente falsa o exagerada- sobre una cura o la promesa de una vacuna. Hoy mismo gastamos demasiada energía en debatir los desparasitadores y el dióxido de cloro.
Estamos urgidos de asirnos al salvavidas que nos lancen, así sea un salvavidas de plomo.
Querer oir buenas noticias ante la tragedia -la que sea- es una proclividad muy humana. “Me encontraron un tumor” nos dice alguien. Nuestro revire trompicado es “pero benigno ¿verdad?”
Hay varias vacunas que nos prometen para dentro de meses -seis o más- buena parte de estos anuncios son motivados por el jugoso negocio para quien llegue primero.
Aún cuando hubiera una pronto y fuera gratis, veamos al movimiento antivacunas.
Si un porcentaje de la población no se vacuna la protección puede no darse.
Hay evidencias que los enfermos recuperados de Covid-19 pierden la inmunidad a los pocos meses.
Frente a esto ninguna vacuna servirá. Más que buscar arreboles de plata en los nubarrones negros, lo que urge hacer -y no lo estamos haciendo- es pensar una ruta segura para navegar el futuro.
Una ruta radicalmente diferente a la que seguíamos antes de llegar al desastre.
Porque de seguir como íbamos, nos esperan otras pandemias a la vuelta de la esquina.
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