Cultura

Las metamorfosis: Narciso y Eco (4)

  • 30-30
  • Las metamorfosis: Narciso y Eco (4)
  • Fernando Fabio Sánchez

Narciso se había dado cuenta de que ese fuego que ardía en su interior era amor hacia sí mismo: era su reflejo al que amaba. Inmerso en la contemplación de sí mismo, extraviado en la idea de ver y ser visto, se preguntó:

“¿Es que debo rogar o permitir que me rueguen? Aunque, ¿por qué debería rogar? Lo que deseo ya lo tengo. La abundancia me convierte en pordiosero. 

¡Oh, si pudiera desprenderme de mi cuerpo o apartarme de mi amado! Estoy muriendo, abatido por la pena.

“No me queda mucho tiempo. Moriré en la plenitud de la vida. No desprecio la muerte: le doy la bienvenida, pues será el fin de mis tristezas. 

Deseo que mi amado sobreviva, pero sé que ambos moriremos, con un solo corazón y un solo aliento”.

Aquello pronunció Narciso y vio en el agua el mismo rostro de dolor. 

Sus lágrimas empezaron a caer, copiosas, y crearon ondas. Entonces su reflejo se perdió en la superficie turbulenta. 

Dijo entre llantos:

“¿A dónde vas? ¡Quédate conmigo! Es muy cruel abandonar al ser que amas. 

Por lo menos, dame la oportunidad de contemplar aquello que no puedo poseer, para alimentar mi obsesión”.

Entre lamentos, se abrió la túnica y se golpeó el pecho desnudo con las manos. 

La piel adquirió un resplandor rosáceo. 

Cuando volvió a ver la imagen en la superficie del agua, no pudo soportar más su dolor y, como la cera ante el fuego o la nieve bajo el sol de la mañana, se dejó consumir de amor.

Perdió el brillo de su piel, su vigor y fuerza, hasta que lo abandonó toda su belleza, aquella que Eco tanto había amado. 

Cuando ella lo escuchó (aunque enfurecida y rencorosa), sintió pena por el joven y repitió cuantas veces dijo “ahay”. 

Y cuando él se golpeó en el pecho, ella contestó con las mismas vibraciones de dolor.

Con los ojos todavía en el agua, Narciso pronunció las últimas palabras: “Oh, amado en vano, amado joven”, y las mismas palabras resonaron en aquel lugar. 

Al final, Narciso dijo adiós y Eco también se despidió.

Narciso reclinó la cabeza sobre el pasto y cerró los ojos que alguna vez habían contemplado el esplendor de su dueño. 

Y ya en el inframundo, continuó mirándose en el agua estigia. Sus hermanas, las náyades, se golpearon el pecho y se cortaron el pelo en muestra de dolor. 

Y las dríades se lamentaron de la misma manera. Eco devolvió aquellas manifestaciones de aflicción.

Y cuando preparaban la piara funeraria, agitando las antorchas y disponiendo el féretro, nadie pudo hallar el cuerpo de Narciso. 

En su lugar descubrieron una flor de blancos pétalos alrededor de un centro de azafrán.

*Traducción y selección personal de “Metamorphoses”: Ovidio (Hackett; trad. Stanley Lombardo).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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