Cultura

La Luna: el sueño del conejo

  • 30-30
  • La Luna: el sueño del conejo
  • Fernando Fabio Sánchez

La mitología mesoamericana de la Luna es robusta, variada y fascinante. Comencemos este viaje respondiendo la pregunta que lancé la semana pasada.

De acuerdo con el relato que registra Fray Bernardino de Sahagún en el “Códice Florentino” —narrado ya en esta columna en la serie dedicada a los eclipses—, dos soles se elevaron en el firmamento cuando los dioses creaban el Quinto Sol.

Nanahuatzin y Tecuciztécalt se habían lanzado al fuego fundacional. En consecuencia, dos lumbreras celestiales —y no solo una— nacieron.

Las dos brillaban con igual intensidad hasta que uno de los dioses tomó un conejo y lo arrojó a la cara de Tecuciztécatl.

De esta manera se le oscureció el semblante y disminuyó su resplandor.

Ese fue el origen del conejo en la circunferencia lunar.

Es el conejo que podemos observar, con las orejas hacia arriba, cuando la Luna se eleva a una hora temprana de la noche.

Con un poco de imaginación, es posible ver que el conejo nace después de que la Luna creciente ha pasado su fase gibosa, es decir, de tres cuartos.

El “Códice Chimalpopoca” nos narra el mismo relato de los “Cinco Soles” con algunas variantes.

En la versión de este códice, Nanáhuatl (Nanahuatzin) cae directamente al fuego. No obstante, Nahuitécpatl (Tecuciztécalt) tiembla de miedo y cae en las cenizas.

Como castigo, Papáztac lo golpea en el rostro con una taza en forma de conejo, marcándolo para siempre, como a Caín.

La Luna, apenas cubierta de ceniza —sin ardor—, ni siquiera pudo llegar a la orilla del cielo.

Y allí en esa encrucijada de caminos llegaron a su encuentro duendes y demonios, criaturas del crepúsculo, la noche y el inframundo.

—Bienvenida seas por aquí —le dijeron.

Entonces la vistieron con andrajos y le presentaron sus ofrendas.

Me parece conmovedor este hecho.

La Luna herida, separada de la perfección, símbolo de una derrota moral, es amada por los seres de la oscuridad.

Incluso la elección del conejo como marca ominosa habla de esta relación con la noche.

El conejo es un animal crepuscular y nocturno. Se alimenta, se aparea y se desplaza sobre todo por la noche.

Sale de su madriguera cuando hay poca luz, para evitar ser depredado.

En gran parte del altiplano mexicano, los conejos silvestres hacen sus guaridas cerca de los magueyes, planta que produce el pulque sagrado, alimento lunar: blanco, espumoso y fermentado, reflejo líquido de Selene.

Mayahuel (la diosa del maguey y de la embriaguez sacra) tiene por hijos a los Centzon Totochtin, los “cuatrocientos conejos”.

Cada conejo representaría una forma distinta de embriaguez o de estado alterado: desde la alegría hasta la melancolía o la locura ritual (posiblemente los duendes y demonios de la noche).

En algunas representaciones pictográficas del “Códice Borgia” —por ejemplo, en la lámina 55—, vemos a un conejo dentro de un disco lunar, bebiendo pulque.

Esa imagen condensa una oración sagrada: Luna-conejo-maguey-pulque-fertilidad.

Es el ciclo de la vida, su sueño febril, su multiplicación constante.

Y así, el mito del “Códice Chimalpopoca” también nos habla de otro ciclo cuando los demonios y duendes visten a la Luna con despojos, en una escena casi crística.

Y es que la misma Luna se desgaja, se despoja de sí, se fragmenta, a diferencia del Sol que siempre conserva su imponente forma.

Esta cualidad nos llevaría al mito de la Coyolxauhqui, que leeremos la semana que viene.


fernandofsanchez@gmail.com

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