Política

Gemido

Esta misma semana a Ana Roberta, una niña de tres años, la fueron a tirar a las orillas del arroyo Topo Chico, en Monterrey. El alcalde de Apodaca reveló que habría sido su propia madre quien la mató. Una espectral imagen de su carriola abandonada en el maloliente riachuelo fue registrada en una fotografía de MILENIO.

Al iniciar octubre, el cuerpo de Bryan Alexis Osorio, de siete años, fue hallado en un tambo de basura, luego de ser reportado como desaparecido en el municipio de Casas Grandes, Chihuahua.

En este país de desechos de cadáveres y vidas violentadas, las cifras que proporcionan los organismos nacionales e internacionales sobre el maltrato, muerte y desaparición de los infantes resbalan de las páginas de los periódicos sin que nadie se agache a recogerlas. No se sabe de ningún político que se haya cortado las venas ante la situación. O ¿sí?

Solo en el primer semestre de este año, se asesinaron a mil 34 niños, según la Red por los Derechos de la Infancia (Redim). Esto es, siete niños ultimados diariamente. México, el país en el que cada día otros siete niños desaparecen. México, el primer país de la OCDE en violencia física, abuso sexual y homicidios cometidos en contra de menores de 14 años.

Sí. En este México. En estos meses, en estos días. En estas horas de la Cuarta Transformación.

Ayelin Iczae Gutiérrez desapareció en Tixtla, Guerrero, el pasado 15 de octubre. Su cuerpo fue desmembrado y destajado. Lo encontraron en las laderas de un riachuelo en la barranca de Chichipico. Se tuvieron que organizar familiares, amigos y vecinos para emprender su búsqueda. Algunas partes de su despojo humano ya habían sido devoradas por animales.

Ayelin tenía 13 años. Una adolescente. Y fue brutalmente violentada. No lo sé de cierto. Pero por la descripción de su hallazgo, por la vejación sobre su cuerpo, por el angustioso rastro de horror en sus ojos desorbitados, en sus últimos momentos de vida debieron darse unos terroríficos instantes de pavor antes de borrarse definitivamente de esta tierra bajo la indiferencia de este país, que siguió su curso de asesinatos con la naturalidad con la que las aguas pestilentes del río donde fue encontrada seguían el suyo.

No lo sé de cierto, pero algo de estas vidas brutalmente truncadas han de permanecer aquí, espectrales. Quizá la podamos percibir en este aire contaminado que respiramos, o entre las sombras de los arbustos, o en las oscuras e inseguras callejuelas y esquinas de colonias y barrios. O, quizá, ahora mismo nos llegue por la espalda un lastimoso gemido a través de un soplo de viento.

Llama la tradición que este 31 de octubre prendamos un cirio, adornemos los altares con  cempasúchil, recordemos a los muertos infantes. Que les hablemos, dicen. Yo les grito: niños y niñas desde qué purgatorios nos miran, reclaman e incomodan para que no podamos ni debamos descansar en paz. Niños, ustedes deberían de estar hoy entre los vivos. Disculpen. Los muy vivos que sobrevivimos nada hicimos ni nada seguimos sin hacer. Niños, en verdad disculpen por haber nacido en este país de hombres y mujeres asesinos.

ERRATA. En el Trasiego anterior cometí el error de señalar la siguiente frase: “No siembro para mí, siembro para México”, como dicha por Miguel Alemán Velasco. No. La expresión corresponde al expresidente Adolfo Ruiz Cortines. Agradezco la corrección al ex gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco, autor del libro No siembro para mí, la biografía de Ruiz Cortines (Diana, 1997). 


@fdelcollado

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Fernando del Collado
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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