¿Cuántas veces caemos en el enojo o en la incomprensión de nuestros seres queridos o de otros que ni siquiera tenemos cerca?
Es común en la actualidad vivir bajo ese ambiente, tal vez por lo estresante de la vida diaria o por los problemas que nos afectan de una manera u otra. El caso es que frecuentemente nos enojamos con razón o sin razón, y ello conlleva un sufrimiento que lastima, no solo a nosotros mismos sino a los demás, que enferma y que con frecuencia lleva a muchos seres humanos a la muerte.
Podría decirse que estoy exagerando, pero sé de familiares o amigos cercanos que han fallecido a consecuencia de un cáncer o de un infarto que se incubó en sus cuerpos a partir de un prolongado periodo de estrés, que dicho por ellos mismos son las más de las veces origen de tal fatalidad.
También he oído y leído de muchos remedios para esos males, desde soluciones naturistas hasta aplicaciones sofisticadas de choques eléctricos, imanes o de otras maneras más o menos aceptadas, como la aplicación de largas sesiones de quimioterapia y radiación de los órganos afectados.
Antes del enojo o del coraje, que anuncian invariablemente conductas agresivas, vale la pena reflexionar en lo útil a la vida y a la salud que significa la práctica de una conducta serena, de tolerancia, no agresiva, sino de comprensión y entendimiento entre las personas, pero más aún, entre los seres queridos a quienes amamos pero no siempre somos parejos con ellos. Lo digo por experiencia y por ello hoy reflexiono acerca del tema del amor y la amistad, del compañerismo y de la solidaridad como los antídotos perfectos para combatir la perversidad y la mala conducta respecto a los demás.
Entre los que estamos unidos por sangre o por afectos no cabe nada de lo que enumero: cabe solo la práctica de la reconciliación permanente y de la perseverancia en la búsqueda de una vida útil, divertida, productiva y generosa.
Por eso, en mi propio caso procuro reflexionar y analizar con detenimiento, antes de actuar, cuando algo me molesta, para no proceder de manera impulsiva, como en ocasiones me pasa y donde por experiencia suele uno equivocarse.
El nombre del juego es tolerancia y reconciliación.
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