Qué curioso que el eslogan del gobierno federal “Mover a México” encuentre su verdadero significado en la tragedia, pues no ha sido ni la actuación del gobierno ni sus resultados los que le dan vigencia, a pesar de la abrumadora publicidad que se despliega desde hace meses para “recordarnos” que el gobierno “mueve” al país.
Hace 32 años la tragedia nos tomó por sorpresa: aquel día la población de la Ciudad de México carecía de una cultura de la protección civil y no contaba con protocolos de acción para afrontar grandes catástrofes. A eso, súmele usted la inacción y minimización de la tragedia por parte del gobierno federal y de la ciudad.
Se vivieron después del sismo horas y días de un caos generalizado que fue paliado por la sociedad, al auto organizarse en el rescate de las víctimas, sin el respaldo contundente de las autoridades. Eso ya es historia.
Sin embargo, no se puede ocultar que aquella tragedia arrastró a la muerte a más de 10 mil compatriotas y destruyó por lo menos 300 edificios particulares y más de 100 edificios históricos, conventos, claustros, hospitales y oficinas de gobierno.
Hoy, por fortuna, los daños son mucho menores y las pérdidas humanas solo han alcanzado, por desgracia, a poco más de 250 personas. No hay comparación.
La razón es porque hemos aprendido a lidiar con este tipo de tragedias que auténticamente mueven a México y que logran que haya quien se la juegue por un desconocido y que, de paso, ese sujeto se crezca ante el dolor sin tener miedo de salir de su casa a echarle la mano al otro.
Los ciudadanos toman las riendas.
Lo que NO sabemos hacer como sociedad y menos como ciudadanos es como “movernos” ante otras tragedias no menos dañinas, como la pobreza de millones de compatriotas, o ante el descaro de muchos políticos corruptos que roban a placer o de autoridades que defraudan la confianza de sus gobernados y que su actuación nos indigna, pero por desgracia no nos une ni nos enoja lo suficiente como para ponerle un alto a la corrupción y la impunidad, que mata más gente que los terremotos o los huracanes que nos asedian un día sí y otro también.
Unámonos también, con la misma enjundia, contra la tragedia de la impunidad y la corrupción.
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