Política

La rebelión populista

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Lo menos que se puede decir es que ha sido sorpresiva la recuperación electoral del presidente Trump. Lo obtenido fue insuficiente para repetir el éxito de 2016, pero mantuvo una base electoral mayor a la prevista por las encuestas. Lo relevante del proceso político no nada más es él, sino lo que los electores ven en este personaje, muy alejado de la civilidad democrática y de los valores convencionales de la política. Trump es parte relevante de la rebelión populista, como también lo es en México López Obrador.

Contrario a lo que muchos suponen, el desdén a lo existente, la polarización a la que invocan, la manipulación grosera de la verdad y de la esperanza, su reiterada agresión a los medios de comunicación es lo que fortalece la seducción populista y es lo que le da carta de autenticidad. Ser como los de antes se vuelve anatema, por ello todo exceso cabe, hasta lo inimaginable.

La elección presidencial de EU con Joe Biden como ganador seguramente se trasladará al ámbito judicial local, difícilmente la Corte tendría algo que ver. Al menos esto convalida la necesidad de instituciones y reglas para dirimir las diferencias. No se puede invocar, como suele hacerlo el presidente López Obrador, que la justicia —cualquiera que sea su significado— debe prevalecer sobre la legalidad. En el juego político, hasta el populista requiere de reglas, procedimientos y definiciones institucionales.

Entender la rebelión populista demanda, necesariamente, comprender las causas profundas del descontento con lo existente. Para no pocos la legalidad y las instituciones son trampa al servicio del poderoso, igualmente que el éxito económico sea en beneficio de unos cuantos. Así, las elecciones serían el medio para presentar factura al sistema y más con una opción antisistémica, disruptiva que haga propio el sentimiento de rencor y enojo con lo que existe. La democracia conspira contra sí misma al llevar al poder a quienes están decididos por naturaleza, convicción o interés en minarla.

Para EU Barack Obama fue un buen presidente y la explicación del descontento corre a cuenta de la manera como los cambios en la economía, la tecnología y de la sociedad afectaron a sectores y regiones en progreso. El caso de México es diferente, porque a las insuficiencias del modelo económico hay que sumar los extremos de venalidad del gobierno anterior, que se extendió al conjunto del sistema, y la prevalencia de la impunidad como signo de nuestros tiempos.

Por eso, el respaldo al presidente López Obrador no se tasa con los resultados en la economía —desastrosos—, en la seguridad —deplorables— o en el manejo de la crisis sanitaria —criminales—. La memoria del abuso por la corrupción y la impunidad dan para mucho, aunque esto mismo empiece a minar a quien la invoca precisamente por no corresponder a la expectativa pública. Lo que se aproxima es la justicia como espectáculo, una manera de reivindicar desde el poder el sentimiento profundo del descontento popular.

@berrueto
fberrueto@gmail.com

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Federico Berrueto
  • Federico Berrueto
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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