Política

Cultura de la dimisión: ¿Por qué los políticos se aferran a la silla?

Cultura de la dimisión

Boris Johnson fue un superviviente. El primer ministro de Reino Unido logró sortear toda clase de escándalos durante un año turbulento. Hasta que 60 altos cargos de su gobierno le dijeron: enough is enough. Había resistido una rebelión interna de su partido, pero las renuncias en cascadas supusieron el tiro de gracia. Johnson es un claro ejemplo que el arte de sobrevivir a la mentira y al engaño tiene un límite. Bueno, matizo: tiene un límite en democracias consolidadas.

En México, dimitir es un acto de dignidad que no vemos frecuentemente en la clase política. En esta cultura política bravucona y machista que domina el paisaje nacional, es valiente quien aguanta la tormenta. Es sagaz quien se aferra a la silla y miente sin pudor. No importa el desprestigio, sino el poder. No se comprende todavía que los actores públicos tienen dos responsabilidades: las jurídicas, todas aquellas que devienen de la ley, y las políticas que tienen que ver con su credibilidad y su congruencia. Un funcionario puede no cometer un delito, pero aun así estar totalmente impedido de seguir en la primera línea de la política.

El paisaje nacional es un ejemplo vivo de la falta de dignidad a la hora de dar un paso al costado. Alejandro Moreno, mejor conocido como “Alito”. El presidente del PRI es un muerto en vida que solo sobrevive por el papel de su partido en el Congreso. Es el símbolo de todo lo que está podrido en la política. Un exgobernador que se hizo multimillonario a través de irregularidades que nunca ha solventado. Los audios son -también- un compendio de confesiones que constituyen delitos gravísimos. Su partido le ha pedido que renuncie. Él se aferra a la silla, aunque ello suponga enterrar aún más al ya moribundo PRI. Es cierto que las grabaciones son ilegales y es cierto -también- que el Gobierno lo persigue por votar en contra de la reforma eléctrica. Sin embargo, eso no invisibiliza que es el espejo de la podredumbre del sistema político. AMLO arrasó en 2018 por gente como Alito.

Otro caso es el fiscal Alejandro Gertz Manero. Gertz ha utilizado la autonomía de la Fiscalía para litigar casos personales, revanchas y venganzas. Lamentablemente, el primer fiscal autónomo de la historia no hace uso de esa condición para responder mejor a la ciudadanía. La Fiscalía es hoy un objeto al servicio del Presidente y de los intereses de Gertz. Los audios que hemos conocido lo pintan de cuerpo entero. No tiene empacho en aceptar que presionó a la Corte para lograr un fallo condenatorio en contra de Alejandra Cuevas Morán. No le salió por la indignación que suscitó el caso. A todos los escándalos hay que sumar el fiasco en las investigaciones del caso Odebrecht y el uso faccioso del criterio de oportunidad. Y Gertz goza de la protección del Presidente, pero también de la oposición que le tiene miedo. No importa el ridículo.

Podríamos repasar múltiples casos. En Jalisco, no se cantan mal las rancheras. El exfiscal Gerardo Octavio Solís se mantuvo al frente del ministerio público a pesar de haber aceptado la infiltración de su dependencia. Un año y medio después de haber tomado el cargo, el fiscal sostuvo que la actuación irregular de la policía estatal en los hechos del 4, 5 y 6 de junio se explicaban por el contubernio de elementos de seguridad con el crimen. Estuvo a punto de caer en ese fin de semana, pero se mantuvo a pesar del desprestigio que suponía para él y para la institución que encabezaba.

Magistrados que se aferran al hueso como sea. Recordemos como pataleó el exmagistrado Juan José Covarrubias Dueñas a pesar de haber sido filmado mientras abusaba sexualmente de una menor. Hoy es un prófugo de la justicia. Armando García Estrada, magistrado del Tribunal de Justicia Administrativa, navega entre escándalos y se aferra a la silla. Luis Carlos Vega Pámanes cayó, pero nunca dimitió. Hizo caso omiso de las graves acusaciones en su contra por estar involucrado en delitos y buscó mantenerse en el cargo. El Congreso lo desaforó. Fue insostenible porque la mayoría parlamentaria emecista y priista le dieron la espalda.

Las democracias avanzadas no sólo tienen sistemas electorales sólidos, sino también procesos amplios de rendición de cuentas. Veamos el caso británico. Frente a un hombre que miente y engaña, su propio Gobierno y el Partido Conservador se convirtieron en contrapesos. Sobre los hombros de los Tories existe una historia de dos siglos y no estaban dispuestos a que Johnson dilapide el capital moral del principal partido británico. En México, la transición trajo el voto, pero no la rendición de cuentas. Aquí nadie renuncia, a pesar de ser un acto de gran dignidad y de congruencia frente a la desconfianza pública. Más que desmantelar el tejido institucional que permite llamar a cuentas a los representantes públicos, es fundamental fortalecerlo. Romper la complicidad política. La política exige ejemplaridad y que la ciudadanía castigue a los impresentables que se aferran a la silla a pesar de haber defraudado la confianza pública.

Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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