Las encuestas de opinión ayudan a registrar los niveles de popularidad de una figura pública, pero no a evaluar su capacidad de liderazgo. No pretendo restarle importancia a lo primero. La popularidad es moneda de cambio en el quehacer político. Facilita márgenes de victoria como la que obtuvo Andrés Manuel López Obrador en la histórica elección presidencial del año pasado y atenúa el costo de los errores que ha cometido el mandatario mexicano a lo largo de casi un año de gobierno.
Hay quienes, confundiendo la magnesia con la gimnasia, dirán que es precisamente su capacidad de liderazgo lo que le ha ganado los niveles de aprobación que vemos en las encuestas, incluso después de lo ocurrido en Culiacán la semana pasada. No es así, y no serían los primeros en cometer ese error.
Durante décadas en la oposición, Andrés Manuel López Obrador se consolidó como la cara visible de la resistencia al régimen de corrupción y de impunidad que ha gobernado en México desde que tengo memoria. Fue la combinación de niveles sin precedente de violencia y de corrupción en el país, lo que catapultó su triunfo en 2018. Y aunque sus seguidores dirán que un año es poco tiempo para resolver el desastre que heredó el Presidente, su llamada 4T se acerca a esta importante marca de gobierno con un saldo pendiente en ambos frentes.
No se puede hablar de un compromiso contra la corrupción mientras personajes como Manuel Bartlett y Manuel Velasco son protegidos desde la Presidencia.
No se puede hablar del combate a la violencia cuando el país enfrenta el año más sangriento en su historia moderna y, claramente, no se puede decir que en México ya no hay impunidad, cuando el gobierno toma la determinación de liberar a un presunto delincuente con orden de aprensión para fines de extradición sin que nadie asuma la responsabilidad moral y política por esta pifia.
El problema para AMLO es que la popularidad como la fama tienden a embriagar a quienes gozan de sus mieles. Nubla su sentido y limita la capacidad del buen gobierno para tomar las decisiones difíciles, las que verdaderamente conducen a la transformación que requiere un país como México. Por eso rara vez, en la política como en la vida, lo popular coincide con lo correcto.
@Enrique_Acevedo