Alfredo llegó a Estados Unidos hace 14 años. Pasó varios meses trabajando en los campos de Sinaloa recogiendo cebolla y tomate hasta que juntó lo necesario para pagarle al coyote que le ayudó a cruzar la frontera sin papeles.
Nació en Juanacatlán, Guerrero, una de las comunidades del municipio de Metlatonoc, catalogado entre los más pobres del país. A los 12 años ya era un experto en labores del campo y, como muchos niños de la montaña, se vio obligado a emprender el largo camino a Estados Unidos, sin ni siquiera haber cumplido la mayoría de edad.
Primero llegó a Texas, donde trabajó como jornalero. Se paraba en una esquina con la esperanza de conseguir el trabajo que muchas veces cumplía sin recibir más que una amenaza: si me cobras te reporto con la policía para que te deporten.
Luego de sacrificios y esfuerzos a los que difícilmente les puedo hacer justicia en estas líneas, Alfredo llegó a Florida, donde vive con su esposa y su pequeña hija. En las mañanas trabaja en una empresa de mensajería y por las noches lava platos en uno de los restaurantes más lujosos de Miami.
Desde que Donald Trump prometió deportar a 11 millones de indocumentados, Alfredo dice que no duerme igual. Intento explicarle que su caso no figura entre las prioridades para la deportación, pero en el fondo los dos sabemos que se vienen tiempos difíciles.
Para millones de inmigrantes que viven sin documentos en Estados Unidos, regresar a México no es una opción. La mayoría lleva más de una década en este lado de la frontera, donde han echado raíces. Aquí tienen familia, trabajo y las oportunidades que nunca recibieron en México.
Casi 6 millones de mexicanos viven como indocumentados en Estados Unidos. Y aunque el gobierno mexicano dice estar preparado para recibirlos, ellos no están listos para regresar.
“En mi casa no teníamos ni piso. Mi mamá nos daba atole blanco para tener algo pesado en la barriga. Aquí yo tengo mi departamentito, tengo tele y a mi chiquita nunca le hace falta qué comer. Ella nació aquí y si me deportan yo no voy a llevármela porque allá no hay nada para ella. No hay nada para nosotros”, me dice Alfredo.
El drama de las deportaciones no se entiende como parte de una recopilación estadística. Es la vida y la historia de mexicanos como Alfredo que solo quieren una oportunidad. Ya les fallamos una vez, no podemos abandonarlos nuevamente.
@Enrique_Acevedo