Sociedad

Tamaliza sabrosona

Un atolito y unos tamales para combatir el frío nunca caen mal. Al puesto de Quirina llegan las clientas con su cubeta, olla o bote para llevar el atole de chocolate o vainilla, más un champurrado que caliente la panza y brinde energía y sabrosura.

No requiere vocear sus productos: desde que sacó la mesita por primera vez frente al portón de la vecindad, todos los días la clientela acude y se marcha para brindar el desayuno a la familia.

De salsa verde, mole rojo, rajas y dulce, los tamalitos de Quirina llegan bien calientitos hasta la mesa. Entre sorbo y mordida el desayuno transcurre. Y un manazo contiene las ansias de los avorazados:

–Deja ahí, que tu hermano no ha comido y tú ya te empacaste dos: no seas encajoso.

–No'cierto, jefa: apenas llevo uno.

–¿Pus cuántos pensabas comerte? Tú nunca tienes llenadera, has de estar lombriciento…

–Shale, jefa, se mancha.

–Manchada tu abuela, recabresto. Y apúrate, que no tarda en llegar el camión.

–Nos vemos en la noche, jefa. Beso.

Quirina se levanta a diario muy de madrugada y amasa la harina para los tamales. Toma los diversos ingredientes que alistó en cazuelitas de barro y los agrega a la hoja de maíz con masa: rajas, mole rojo, pollo en salsa verde, y los de chicharrón prensado son la novedad.

Sobre la estufa hierven los atoles: arroz con leche y champurrados de chocolate y de vainilla.

Apenas aclara el día y Quirina anda como la fresca mañana. Al puesto de tamales agregó el exprimidor de naranjas y mandarinas. El jugo lo despacha en bolsitas de plástico o en el recipiente que la clienta le acerca.

Con el mayor de sus hijos acude una vez por semana a la central de abastos y se abastece de la fruta para los jugos. En el molino adquiere la harina y las hojas de maíz para los tamales. Y a diario se entrega a la tarea matutina de la elaboración y venta de sus productos.

–Un día mi viejo no volvió. Sabía que andaba en malos pasos, con una querencia. Se decidió y voló. Tuve que vérmelas yo sola para mantenerme y sacar adelante a los escuincles. Bendito dios, ai la vamos pasando.

Lo pesado es el aprovisionamiento. De la central de abastos llega cargando un costal de mandarinas y su hijo el de las naranjas. También ofrece licuados de plátano o papaya con avena y esencia de vainilla, para los madrugadores que no quieren llegar a la chamba con la panza vacía.

Los tamales de Quirina vuelan. Solos o en la llamada “guajolota”: una telera o bolillo rellenos con tamal verde o rojo. El vaso de unicel con atole ayuda a pasar bocado y calienta el cuerpo. Más energizados que nutridos, los clientes saborean el buen sazón de Quirina y no faltan aquellos que encargan un bote de tamales para el cumpleaños o la fiesta familiar.

–Gracias a los tamales he salido adelante con mis hijos. Aprendí hacerlos con mi abuela, nomás mirando el modo de ella. Decía que el buen humor era el mejor ingrediente, evita que la masa se corte o que se escurran o zurren los tamalitos. Por eso siempre me verán contenta, pa' no malograr la mercancía, ¿cuántos va a querer, marchantita?

–Deme tres de verde, igual de rojos, más dos de dulce. Y dos atoles. Para llevar, por favor. Y luego vengo para encargarle los del Día de la Candelaria.

Emiliano Pérez Cruz*
*Escritor de Neza


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Emiliano Pérez Cruz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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