Política

De la discriminación a la comprensión

Por mucho tiempo se ha creído y sostenido el mito de que son los ricos y poderosos los que han discriminado y oprimido a los pobres y desposeídos, pero esto es sólo eso, un mito.

En realidad, la discriminación se da en una doble vía entre unos y otros.

Hay una causa que puede explicar ésto, pero sólo de manera superficial: es cierto y la historia da cuenta de ello que, en efecto, durante años, los que gozaban de mejores niveles de vida cometían abusos reiterativos hacia quienes, además de no tener las posesiones ni títulos de aquellos, se les negaban legalmente sus derechos y, por ende, su posibilidad de reclamo y de voz participativa y reconocida.

Estos años oscuros de la humanidad dejaron huellas profundas en los “indeseables”, en los de “castas inferiores”, en los considerados “no valiosos y no personas”, esas heridas marcaron cicatrices que hoy han revertido la primera marginación y generado un recelo casi rabioso que incita, ahora, a morder, herir y triturar a muchos que, sin deberla ni tenerla y sólo por linaje o un poco de suerte, pertenecemos a esos que “otrora eran los que marginaban” y ahora son los “marginados”.

Políticos y discursos, narrativas oficiales y tradiciones orales han remarcado la profundidad de las diferencias abriendo con ello aún más las brechas que se quisieran subsanar al grado de que cualquiera que quisiera revertir la historia, anhelar la justicia y practicar la solidaridad está indefinidamente condenado a ser sometido a malos tratos, a indiferencia, a agravios y perjuicios de los que se sintieron ofendidos sólo porque alguien o algunos, antes, les hicieron o dijeron algo que les atribuía automáticamente un status de inferioridad que hoy están dispuestos a cobrar muy caro.

Por esto, asistimos hoy a un fenómeno de discriminación a la inversa: ahora son los “pobres” y “desposeídos” los que se desquitan con los “ricos” y “bienhabientes”, hayan o no contribuido a esos años oscuros de absurda, pero muy arraigada división clasista.

Los espacios que han sido definidos como “de ellos”, es decir, los que ofrecen servicios públicos financiados por las precarias ayudas del Estado, como el IMSS, se han convertido en verdaderos coliseos donde ya no se arrojan a los leones a los cristianos sino a los que asistimos a ellos provenientes de un sistema de salud privado y que gozamos de estabilidad económica y laboral, pero debemos acudir para realizar los interminables e insufribles trámites que nos son exigidos en esos que son los “trabajos deseados” por aquellos que no los tienen. ¡Gran paradoja! El pasto siempre es más verde en el jardín del de lado.

Siempre los extremos han sido malos, pero el justo medio aristotélico no se puede conseguir cuando las prácticas diarias y las autoridades siguen cavando hondo las heridas del pasado y abriendo huecos innecesarios para la reconciliación social.

No está bien que los que tienen abusen de los que no o los traten mal pero tampoco está bien que los que no tienen traten mal o abusen de los que sí tienen. No es ningún pecado ni crimen tener un seguro médico privado y tampoco lo es tener un trabajo que exige esa documentación. No es justo que alguien que tiene ésto sea discriminado por tenerlo sólo porque quien discrimina no lo tiene.

Es cierto que hay quienes hemos sido favorecidos a priori y hemos tenido más oportunidades que otros, pero eso no nos convierte en malandros ni en rateros ni en usurpadores y menos aún, en inquisidores. Por ende, no es justo que seamos discriminados o recibamos malos tratos en esas instituciones. También los más favorecidos tienen derecho a recibir un trato digno.

Dejemos pues de discriminar y discriminarnos, dejemos de separar lo que es inseparable y de crear falsas categorías que nos alejan más de lo que nos acercan. No permitamos que otros nos impongan dicotomías que sólo conducen al resentimiento y que no construyen ni abonan al proyecto de nación que queremos ser.

Mientras no entendamos que no tenemos razones lo suficientemente fuertes ni sostenibles para perpetuar la cadena discriminaciones, jamás recompondremos eso que se ha roto en nuestro país y que está fallando tanto entre quienes tienen como entre quienes no.

No somos unos contra otros, somos todos caminando juntos y en la misma dirección; nos vendría bien un poco de empatía y comprensión; quizá, cuando entendamos esto, podamos empezar a convivir más en paz unos con otros.


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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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