Faltan 17 meses para que concluya la administración de López Obrador. ¿Se les hace poco? ¿Mucho? ¿Una eternidad?
¿Le dará tiempo de mandar al diablo a todas las instituciones que imaginó desde hace más de 15 años? Sí, estas acciones “las cantó” desde entonces.
¿Le otorgará aún más a las fuerzas armadas? No, esto no era previsible. Contrario a lo anterior, su visión militarista la ocultó y su promesa de campaña la traicionó.
Todo está en veremos, porque no ha logrado con la Corte lo que hizo con el Congreso.
Más de la mitad de los votos emitidos en 2018 fueron para Andrés Manuel. Millones confiaron en él. Otro tanto desconfió desde el inicio. Hoy, varios están decepcionados.
Algunos tenían claro que no había opción y decidieron anular su voto. Y hay quienes pensaron que no debían eludir su responsabilidad, por más “flaca que estuviera la caballada”.
El caso es que estamos en el círculo vicioso sexenal de la esperanza y la elección del “menos peor”, impulsado por fallas en el diseño institucional.
Después del PRI vino la alternancia con el PAN. Y, nada. Luego regresó el Revolucionario Institucional. Ahora Morena. No importa el color del partido, lo que quedó demostrado es que el modelo presidencial exacerbado es poco democrático, con tendencias autoritarias (más allá de tener que soportar el “estilo propio de gobernar” del todopoderoso).
Desde hace tiempo, universitarios como Pablo González Casanova y Arnaldo Córdova describieron el sistema donde las decisiones más importantes se centran en la voluntad de una sola persona. Esta situación no es producto de la violación a la Constitución ni las leyes, sino su consecuencia. Son las propias normas las que le otorgan enormes facultades; trátese de quien se trate y sin importar cómo conquistaron la cima: Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña, López Obrador.
El titular del Ejecutivo cuenta con una cantidad de recursos y medios que le permite generar intercambios de favores, clientelas, amenazas. Factores que acaban influyendo, a veces de forma determinante, en los siguientes seis años.
Mientras los políticos no distingan entre gobierno y partido o no existan contrapesos ni una incuestionable división de poderes, hay que dejar de ilusionarnos con la o el que viene.
Ya sabemos quiénes aspiran a ocupar Palacio. No existe la corcholata salvadora.
El cambio vendrá cuando se quiebre la estructura presidencialista.
Aquí entre nos
Habemus Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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