Cultura

Celebridad espiritual

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Siempre me ha parecido muy interesante, desde un punto de vista material, el tema de la espiritualidad de los ricos y famosos. ¿Por qué una abrumadora mayoría de celebridades se vuelca de manera públicamente fervorosa hacia causas con un toque trascendental, ya sean las ballenas, un gurú personal, la guerra civil en un país lejano, denunciar la conspiración para implantarnos chips a través de la farsa del covid, o cualquier otro asunto que es lo que verdaderamente da sentido a sus vidas? Creo que además de la bondad, es indudable que existe un toque de relaciones públicas, pero no creo que sea el único factor, o necesariamente el principal.

Ahora que estoy leyendo la biografía de Elvis Presley escrita por Peter Guralnick, he constatado que es en verdad el paradigma que concentra de manera fascinante todo lo que después devendría el cliché del rockstar, espiritualidad incluida. Elvis tuvo su despertar espiritual pasados los treinta años cuando descubrió que su nuevo peluquero, Larry Geller, era una especie de gurú de clóset, quien lo adentró en lecturas como Autobiografía de un yogi, para gran consternación de su séquito de amigos bajo sueldo, para quienes el Elvis espiritual resultaba mucho menos divertido en cuanto a drogas y rock’n roll. La iluminación le vino luego de preguntar desesperado cuándo llegaría dicha iluminación, a lo que Geller le explicó que en ese rubro no valía de nada ser Elvis Presley, pues el Señor elegiría el momento adecuado. Al poco tiempo, mientras conducía en anfetaminas por el desierto de Arizona, Elvis vio una nube con el rostro de Stalin, que después se transformó en un Cristo que le sonreía, y sintió por fin la presencia de Dios en su alma.

La espiritualidad le duró un par de años, mismos en los que su carrera, su aspecto y su psique, en buena medida a causa de la ingente cantidad de anfetaminas que consumía, se fueron deteriorando. Tanto su mánager como su séquito maniobraron para expulsar al gurú de su vida, hasta conseguirlo, y el propio Elvis organizó al poco tiempo de casarse con Priscilla una quema de todos los libros aparecidos en ese periodo. Lo que creo que revela su caso es que es posible que conforme la fama y el éxito van hinchando cada vez más el ego, la conciencia de la propia unicidad deriva a menudo hacia un trascendentalismo –que puede perfectamente ser secular– que de alguna manera esté en sintonía con la magnitud del propio talento. Y es que si la celebridad, el dinero o el poder son de las drogas más duras que conocemos, la conversión espiritual/sociopolítica sería como parte de la liturgia que a la vez realza y testimonia el merecimiento de haberse encumbrado a determinado estatus. Así, las preocupaciones cotidianas resultan entre aburridas y pequeñas –propias de personas aburridas y pequeñas–, y la notoriedad encuentra en lo inabarcable un correlato apenas justo de su propia medida. Pero, a diferencia de millones de personas que obviamente también consagran su vida a causas espirituales o terrenas, el aspecto crucial parecería residir en hacerlo lo más público posible, de modo que, si cabe, puedan ser aún más adorables para sus fans.

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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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