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¿Por qué luchar, Mr. Tyson?

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Hace unas semanas conocí a Mike Tyson en Las Vegas. Durante la conversación que tuvimos hubo un momento en que dijo: “Luchamos porque no sabemos hacer otra cosa”. Lo dijo al borde de un llanto que se sentía genuino, con un brillo seco en los ojos.

Gramsci escribió en prisión que cuando el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, pero en ese claroscuro surgen los monstruos. La lucha, según esa idea gramsciana, ocurre en el interregno entre lo que agoniza y lo que aún no termina de nacer. Tyson vive en ese mismo territorio: entre el pasado glorioso y la intemperie del presente. Luchar es mantenerse de pie en medio de los monstruos.

Otra cosa que me dijo Tyson es que “para ser campeón del mundo tienes que no tener nada”. Esa pobreza radical, más espiritual que material, se parece a lo que Jack London llamó vivir y no simplemente existir, en Martin Eden: “La función del hombre es vivir, no existir. No voy a gastar mis días intentando prolongarlos; voy a usarlos”.

Tyson habló también de lo que significa subirse a un ring con los guantes puestos: “Claro que los boxeadores tenemos miedo, pero subimos porque tenemos que alimentar a nuestra gente”. La indiferencia es el lujo de los que no tienen hambre, podría ser otra máxima gramsciana-tysoniana. Los que alguna vez lucharon por sobrevivir no pueden darse nunca ese permiso.

Uno de los momentos más entrañables para mí de la conversación fue cuando Tyson insistió en que luchaba porque no sabía hacer otra cosa. London habría entendido esta fatalidad: “Prefiero ser cenizas que polvo. Prefiero que mi chispa se consuma en un incendio brillante que ser sofocado por la podredumbre”. Tyson decía lo mismo con su cuerpo: luchar era la única manera de no pudrirse.

Sin embargo, luchar no significa literalmente golpear, según la filosofía tysoniana. A veces luchar significa no rendirse al absurdo, no entregarse a la indiferencia, no dejar que la vida se desgaste sin sentido ni la inercia te aplaste. Luchar es seguir creyendo en algo —una idea, un amor, una causa, un recuerdo— aunque el mundo insista en lo contrario.

Luchar no es ganar. Es no dejar de moverse.

Es el único gesto que nos mantiene vivos en medio del claroscuro.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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