SERIE PERIODÍSTICA “ABC de una Operación de Estado” / CAPÍTULO VII
Sigo la conversación con el ministro Arturo Zaldívar acerca de su llegada a la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 1 de diciembre de 2009 en relevo de Genaro Góngora Pimentel.
—¿Qué cosas cotidianas le llaman la atención al llegar a la Corte?
—Junto con Alejandra Spitalier y Ana María Ibarra, dos colaboradoras que invité a mi ponencia, veníamos de un despacho, por lo que la llegada a la Corte fue un choque cultural. Fuimos los primeros que llegamos a la Corte con Blackberry. Nadie traía uno. Nadie usaba el correo electrónico. Era una cantidad de papel impresionante hasta para pedir un lápiz. Nos parecía que todo avanzaba tan lento.
Me acuerdo que los primeros días llegué a pensar: ‘¿Qué hice?, ¿cómo me vine a meter aquí? ¡Esto es una locura!’. Fue un choque cultural entre una burocracia judicial muy tradicional y alguien que venía acostumbrado a ser mucho más ejecutivo, más práctico, más rápido, más moderno en tecnología y en todo.
Obviamente hoy la Corte ya es otra. Ya ha cambiado completamente, pero digamos, ese fue para mí el choque cultural: enfrentarme a una burocracia formalista, cuadrada y lenta, cuando yo venía acostumbrado a una dinámica muy diferente.
—¿Cómo integró a su equipo de secretarios de Estudio y Cuenta?
—Primero traté de darle oportunidad a la gente que ya tenía el ministro Góngora. Poco a poco se fueron decantando y al final se quedaron Alejandra y Ana María, dos espléndidas secretarias de Estudio y Cuenta. Llamé también a algunos alumnos. Fui generando poco a poco una ponencia de secretarios muy jóvenes. En ese momento tenían una edad muy inferior a las de otros secretarios. Siempre aposté a las mujeres y a la juventud.
—¿Cómo funciona la organización de una ponencia al interior de la Corte?
—Uno llega con la ponencia que ya existe, pero algunos se van porque tienen cercanía u otro cargo, etcétera. También hay ministros, por ejemplo Cossío, que llegan y corren a todos. Yo no. Yo les di la oportunidad y poco a poco se fue depurando, porque claro que yo trataba de ser un ministro más moderno. No venía de carrera judicial, entonces, ciertos perfiles no se ajustaban al que yo necesitaba.
Necesitaba gente muy capacitada en interpretación constitucional, en derecho comparado y en derechos humanos. Ese perfil era muy raro en ese momento en la Corte. Hoy es muy extendido, pero hace 13 años era rarísimo un perfil como los secretarios que yo traje a la Corte.
—¿Mientras está conformando su equipo es que sucede la trampa procesal para que le asignen el caso ABC?
—La verdad es que yo llego con la idea de entrarle a lo que sea. Cuando me pasan el asunto, digo: ‘bueno, ya me tocó. No pasa nada’.
—¿Qué sabía usted antes de esta tragedia?
—Sabía del caso, pero la verdad no había profundizado ni nada, porque me parecía muy doloroso. Era un tema del que la verdad ni me gustaba ver los documentales ni los programas ni nada. Muy doloroso. Nunca pensé que me iba a tocar, como ministro, acometer ese caso.
Entonces, lo conocía muy por encima, la verdad. Y sí, mi equipo —bueno, ha cambiado, pero la base sigue— lo que hemos hecho en estos 13 años y medio es una mística de defensa de los derechos humanos, de querer transformar al país, de querer hacer diferencia, de hacer siempre lo correcto sin importar costos.
Creo que lo que hemos logrado es precisamente por esa mística, por ese equipo, porque todas las chicas y chicos tienen puesta la camiseta, creen en una causa y somos un equipo. Lo que logramos no es por mí, es gracias a ellas y ellos que caminamos primero como ministros, luego en la presidencia de la Corte y ahora otra vez como ministros, siempre hacia la misma dirección.
—¿Cómo aborda el informe de los magistrados designados para investigar los hechos?, ¿qué impresión le deja luego de conocerlo?
—A ver, el informe está muy bien. Realmente el informe y las pruebas que recabaron ellos y que revisamos todas las cajas y todo de ahí viene. De ese informe se desprende el desorden generalizado que planteamos. De ese informe se desprende cómo fueron los hechos. Nosotros nos apoyamos en el informe y en las pruebas que se llevaron a cabo. No inventamos nada. No nos salimos de lo que estaba ahí.
—¿Platicó con los magistrados que hicieron la investigación o cómo se dio el proceso de transferencia de esa información?
—Ellos habían entregado ya el informe a la Corte. Tuve una o dos entrevistas muy leves, muy por encima. Veía un poquito a la magistrada y al magistrado no queriéndose comprometer mayormente. Los entiendo, su posición era muy delicada. Creo que hicieron muy buen trabajo, así lo reconocí cuando presenté el proyecto, lo dije expresamente. Sin ese trabajo yo no hubiera podido presentar el dictamen que presenté.
—Entiendo que desde ahí empezó a haber presiones contra ellos. Quizá no al nivel que tuvieron ustedes después, pero…
—Eso sí no lo sé. La verdad no puedo hablar sobre eso, porque no lo sé. Nunca me lo transparentaron. Es altamente probable que sí, pero la verdad no lo sé.
—Después de recibir el informe viene su encuentro con los papás y mamás de la guardería. ¿Cómo fue esa reunión?
—Fue en el salón de usos múltiples, que está en el primer piso de la Corte, es un lugar muy sencillo. Pusimos sillas alrededor y ahí estaban todos los papás y mamás.
—¿Había tenido experiencia en una reunión con víctimas?
—No, nunca. Por mi especialidad no tenía relación con este tipo de casos. Me dedicaba sobre todo a derecho constitucional administrativo, no litigaba derecho penal y entonces no estaba desarrollado en México todo el tema de los derechos de las víctimas. No teníamos el problema de los desaparecidos, eso llegó gracias a Felipe Calderón, no teníamos tema de feminicidios en la escala que se tuvo después y que se tiene ahora, de tal suerte que fue mi primera experiencia con este tipo de casos.
Creo que no he tenido otra reunión así, bueno, sí tuve algunas reuniones con los padres de Ayotzinapa, siendo presidente de la Corte aquí en Palacio Nacional, pero con este nivel de dolor y en un ambiente tan cerrado e íntimo, yo creo que es muy difícil poderlo repetir, porque precisamente el que no hubiera cámaras, el que no hubiera ningún efecto mediático, el que fuera una reunión a puerta cerrada hizo que las mamás y los papás, poco a poco, se fueran soltando y fueran sintiendo confianza para decir su verdad.
—Sin esa reunión con los padres, ¿siente que su abordaje del caso hubiera sido distinto?
—Creo que hubiera llegado a la misma conclusión viendo los documentos, pero no con la misma pasión, con la misma rabia de exigir justicia. A lo mejor jurídicamente hubiera hecho lo mismo, pero emocionalmente, personalmente, la dosis de grito, exigencia, dolor, coraje, furia y rabia ante esto no hubiera sido la misma.
Por eso los quise ver, para mirarlos a los ojos, para escucharlos. Lo hice también con el caso de las familias de New’s Divine. También los cité y ahí, por ejemplo, absolvimos a los policías. Los familiares venían muy enojados y les expliqué, viéndolos a los ojos, por qué los policías no eran los responsables. Y lo entendieron. Con la familia de Atenco también lo hice, los recibí y los miré a los ojos. Siempre me he reunido con las víctimas. Soy un ministro que tengo fama de no recibir litigantes, y es cierto, pero a las víctimas siempre las he recibido.
(CONTINUARÁ…)