Policía

Armas y doctrina

Tras las elecciones de 1988 en las que asumió la presidencia Carlos Salinas de Gortari, al interior del Frente Democrático Nacional se revivió la vieja discusión sobre el uso de las armas para tomar el poder.

“Cuando nosotros ganamos las elecciones del 88 —afirma Porfirio Muñoz Ledo— los partidos no se atreven a echarse para adelante y tomar las calles. En este país había la tradición de que no se podía tomar el poder sino por las armas. Esto lo hablé en dos ocasiones con el propio Fidel Castro. Me dijo: “¿Cuántas armas tienes?”. Le dije: “Ya no se trata de eso, no somos Sierra Maestra”. Y en eso, a los dos años, viene la caída del muro de Berlín.

—¿Cómo impactó la caída del muro en su lucha política?

Si la caída hubiera ocurrido antes del 88 la gente hubiera entendido que un número no elevado de personas tirando un muro cambiaba la historia, pero antes de eso había otro concepto de la toma del poder por la lucha armada, que venía desde la Independencia de México.

Por eso López Obrador en 2018 fue un cambio radical en la historia de México: por primera vez hay una modificación de valores políticos, de programas y cambios sustanciales, sin que medien las armas, por eso Andrés Manuel lo ha dicho: el movimiento que ganó es el heredero directo del 88. ¡Tardamos 30 años en hacer la revolución democrática!

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—¿Cómo describiría ese proceso?

La transición española duró 30 días y la mexicana duró 30 años: Adolfo Suárez estaba 30 días después de la muerte de Franco convocando una Constituyente, aquí no acabamos de convocar una Constituyente, se han hecho reformas, muy pocas, y casi todas se han ido para la derecha.

En aquel entonces, después de la caída del muro de Berlín, la caída del socialismo real, la modificación de Alemania, la desintegración de la Unión Soviética y la explosión de la antigua Yugoslavia, aparece la tesis del pensamiento único del japonés Fukuyama, que se convierte en doctrina. Esa fue la doctrina de Salinas y quien la convertía era su asesor José Córdoba Montoya.

Fin de partido único

En la perspectiva del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, los comicios de 1988 lo impulsaron aún más. “De manera paradójica, la elección de 1988 me permitió hacer un proceso profundo de reformas, en general para la economía e incluso al interior del propio partido. Porque mientras en las elecciones de 1976, solo hubo un candidato a la presidencia que fue del PRI, 12 años después, ya tuvimos una intensa competencia electoral en 1988, y el PRI, en prácticamente todas sus estructuras, no estaba acostumbrado a ese tipo de competencia.

Es verdad que ya antes del 88, en estados como Chihuahua, Yucatán y Baja California y en algunos otros, teníamos un PRI muy metido en el proceso en tierra de enfrentar a la competencia, pero a escala nacional no. Así que con el resultado de la elección del 88, el PRI estaba realmente impactado, yo diría pasmado. Inmediatamente yo declaré que había terminado la etapa de partido prácticamente único.

-¿Con qué fin decretó esto?

Para que el PRI entendiera que entrábamos a una nueva época, una época que exigía reformas profundas en la tarea de gobierno, pero también dentro del propio partido. Por eso era importante que el PRI tuviera al arranque del nuevo gobierno que yo encabezaba un presidente nacional que fuera parte de esa nueva tendencia reformadora y ese fue Luis Donaldo Colosio.

Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas en campaña en Ciudad de México. Especial
Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas en campaña en Ciudad de México. Especial

Irreversible

En 1989, ya con Colosio como presidente nacional priista, se registró el primer triunfo de un partido distinto al PRI en una gubernatura: El PAN, a través de Ernesto Ruffo, ganó las elecciones en Baja California.  “El año de 1988 fue el primer presagio del rompimiento de la hegemonía a escala nacional del PRI. Luego pasé yo en el 89 a ser el primer gobernador de oposición”, sentencia Ruffo en entrevista.

Al recordar el día de la elección, el ex gobernador recurre a una anécdota con el entonces secretario de Gobernación, quien le preguntó sobre la forma en la que había logrado enviar al presidente Salinas de Gortari las actas electorales que respaldaban su triunfo.

“Recuerdo que ya al año de ser gobernador me encontré con Fernando Gutiérrez Barrios y coloquialmente me preguntó: “Oiga, gobernador, ¿cómo le hizo usted para enviar las actas al escritorio del señor presidente a las seis de la mañana en Los Pinos?”. Le dije: “Pues no sé si fueron los marinos o los soldados, pero a cada uno les di copia y seguramente alguno de ellos las pusieron ahí”. Yo lo que buscaba era ahogar cualquier intento de desconocer lo que había pasado de una forma tan evidente. También había prensa internacional, y estuvieron muy activos, cuidando el proceso”.

-¿A qué atribuye que su elección no hubiera sido controversial como la de 1988?

Mi triunfo lo hicimos irreversible porque hubiera sido costoso desconocerlo y, por otro lado, coincidía con el aire de renovación política en México y el ambiente de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, a quien no se le reconocía cabalmente la legitimidad porque en la elección federal del 88, curiosamente se cayó el sistema de cómputo, y eso arrojó un enorme velo de duda.

Entonces, estaba este asunto por la democracia —en una presidencia de la república de origen poco transparente—, así como el interés y la necesidad de la gobernabilidad nacional, lo cual llevó a los representantes de mi partido a buscar cómo mantener la tranquilidad pública desde 1988, y en ese escenario aparecí yo en 1989.

CONTINUARÁ...

Los neoliberales/ capítulo 4



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