
El lenguaje no sólo es una capacidad humana y biológica, sino sobre todo tiene una dimensión social que cambia el rumbo de nuestras vidas y de naciones enteras.
Habíamos creído por muchísimo tiempo que el lenguaje sólo servía para describir aquello que observábamos y para expresar aquello que sentíamos. Esto es cierto en parte y quiere decir que entendemos al lenguaje de manera pasiva, es decir, las cosas primero son y después las describimos. Pero olvidamos que lo que nos hizo sapiens fue el lenguaje del devenir. Nuestra manera de observar el mundo a base de mitos logró realidades que antes del lenguaje no existían y que son tan palpables como las religiones, los imperios y el dinero. Hay realidades que son a partir del lenguaje y no antes de él.
Es verdad que las cosas existen y que una rosa es una rosa y no es una margarita por una serie de cualidades visibles. Pero es una rosa porque existe un consenso social. ¿Me explico?
Así entendemos hoy en día el poder de la palabra y la fuerza de un decreto. ¡Ten cuidado con aquello que decretas escuchamos por allí!
Cuando hacemos declaraciones no sólo hablamos acerca del mundo sino que también creamos un mundo lleno de significado y significantes para muchos y sobre todo para nosotros.
El ejemplo histórico de la fuerza de una declaración son las palabras de Simón Bolívar, el Grito de Independencia del cura Hidalgo o la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776.
Toda declaración para que genere cambios profundos tiene que ser dicha con emoción, autoridad y conciencia. El decreto generará un cambio en nuestro mundo interior (manera de pensar y sentir) y en el mundo exterior ( por ejemplo leyes).
La América de todo el continente dejó de ser colonia europea a partir del lenguaje y de las declaraciones de independencia que generaron un movimiento social.
Estas declaraciones no sólo cambiaron a los americanos del continente sino también a los europeos que se oponían a ellas.
Las declaraciones trastocan nuestro mundo emocional.
Una persona que está esperando el veredicto de un juez tiene hecho un nudo la boca del estómago. La declaración de inocencia generará emociones de felicidad y la de culpabilidad de dolor y tristeza. Lo mismo sucede con una selección de futbol tras la declaratoria de un penalti del árbitro en el mundial. Y créanme que la vida le cambia a uno cuando un juez o un cura hace una declaratoria tan fuerte como “los declaro marido y mujer”.
Las declaraciones las dice quien tiene la autoridad para decirlas porque el entrenador de un equipo dirá penalti, mi vecina que soy culpable y mi tía que somos marido y mujer pero eso no cambia nada.
La principal autoridad sobre mí soy yo mismo por eso el poder de los decretos que puedo enunciar. Ejemplo: Estudiaré una maestría, viajaré, me casaré, etcétera.
A continuación quiero explicarte las declaraciones y palabras más poderosas y a veces las más difíciles de pronunciar
La declaración del NO. La primera declaración es muy corta y está compuesta de dos letras teniendo un poder inmenso. Decir “NO” es un derecho que tenemos y a veces cuando no sabemos decirlo pagamos un precio muy alto. Decir “NO” es una prerrogativa que usamos a través de la democracia.
Con un “NO” ciudadano sacamos a malos gobernantes en una elección; con un “NO” dejamos de asumir compromisos que luego no podemos cumplir. Lo mismo sucede en los negocios y en la familia. Tenemos que aprender a decir “NO” y nuestra vida mejorará.
La declaración del SÍ. La vida es una aceptación y un espacio abierto a muchísimas posibilidades. El “SÍ” al igual que “NO” es una palabra tan corta pero con una fuerza enorme. El “SÍ” te vincula de manera contractual a cumplir muchas cosas; el “SÍ” te une a una mujer y la realidad que crea es una nueva familia en un matrimonio; el “SÍ” pone en la balanza el valor de tu palabra y actuar ético. Aprendamos a decir “SÍ” cuando hayamos puesto como fiel de la balanza nuestra propia conciencia. Que el miedo no sea el “NO” a muchas posibilidades y que el “SÍ” sea la pasión con la que emprenderás las mejores aventuras de tu vida.
La declaración de ignorancia. Que importante es aprender a decir “NO SÉ”. No por nada uno de los principios filosóficos es aquella frase socrática “SOLO SÉ QUE NO SÉ NADA”. Ésta declaración de ignorancia te abre al mundo del conocimiento porque la mayoría de las veces “no sabemos que no sabemos” cegados por creencias limitantes y la soberbia. Créeme que saber que no sabes es lo mejor que puedes saber porque entonces te pones en el umbral de un mundo de cosas maravillosas que puedes aprender. Eterno aprendiz en un universo de conocimiento.
La declaración de gratitud. Estoy profundamente convencido que la gratitud es una especie de flor exótica muy difícil de encontrar en la personas. Siempre he pensado que el talento te abre las puertas pero es la gratitud la que te las mantiene abiertas. No por nada el Caballero de la Hidalga Don Quijote de la Mancha decía: “Es de bien nacidos ser agradecidos”. Decir gracias habla del tipo de persona que eres y la gratitud es la manera más bella de interpretar la vida. Resultados como amigos entrañables y familia estupenda; fidelidad de tus clientes, y colaboradores felices, etcétera.
La declaración del perdón. Qué difícil es aprender a decir perdón. Frecuentemente erramos ya que somos humanos y debemos de romper el paradigma de que pedir perdón es una manifestación de debilidad. Lejos de ser debilidad es una muestra de la magnanimidad de tu alma. Falacia es aquello de “perdono, pero no olvido”. Somos responsables de nuestro bienestar y quien no perdona y no pide perdón está cargado de amargura y resentimiento. Que liberador es perdonar y tenemos que hacerlo aunque quien nos ofendió no nos pida perdón. Tenemos que decirlo aunque el otro no nos perdone. No perdonar es como cargar un costal invisible de estiércol en nuestra alma. Sería estúpido de nuestra parte llevarlo por el resto de nuestra vida. ¿No crees? Yo sí creo que pronunciar a conciencia éstas palabras cambian nuestra vida y la manera de ver el mundo. ¿Qué opinas?
Te amo. La última declaración. Dos palabritas que dicen todo y que hay que decirlas sólo cuando son sinceras. Hemos prostituido tanto la palabra amor que hoy en día está devaluada. Pero la verdad es que el amor y el odio son dos emociones que están al extremo de una misma cuerda y te llevan a dos realidades muy distintas. No nos debe dar pena hablar del amor en la vida. Decirlo a los amigos a los hijos a la patria es como un “hechizo mágico” que todo lo mejora fortaleciendo lazos y vínculos. No se debe asumir porque no decirlo genera confusiones y realidades. Un hijo amado en palabras y obras crece sano emocionalmente. Un hijo que no recibe expresiones de afecto crece con huellas y heridas. Al final ésta palabra y declaración es la mas fuerte y humana porque es el inicio de las mejores cosas en la vida; aquellas cosas que no son cosas sino personas y que nos dan sentido y trascendencia.
Conclusión:
Dos lenguajes construyeron dos México.
El lenguaje del odio, de la polarización, del resentimiento crearon el México de víctimas, de violencia, de deterioro familiar y ambiental. Ve los diarios, las mañaneras y las noticias.
El otro lenguaje es el del amor que construyó el mejor México posible.
Aprendamos el lenguaje del amor, a decir no, sí, no sé, gracias y perdón. El resto del cuento se cuenta solo. ¿Tú que lenguaje tienes?