Tras las elecciones en Argentina todas las notas unían el apellido del triunfador, al de los adjetivos “populista de ultraderecha”. Populista es el improperio más recurrido en política y es también un concepto tan lábil, que se usa para describir a personajes de izquierda como de derecha.
¿Cuál es la esencia del populismo, que nos permite ubicarlo en cualquier lado del espectro ideológico? Es un término manoseado y ha sido definido de muchas formas diferentes, pero hay ciertos consensos en el sentido de distinguir, a cualquier populismo, con la presencia de un líder carismático capaz de conectar con las masas a través de un discurso simple y directo, cuyo contenido principal es la dicotomía entre las élites- rapaces, corruptas- y “el pueblo bueno”. Sobra decir que el líder es quien entiende y puede dar lo que necesita el pueblo. Las instituciones, pueden ser estorbosas cuando no responden a la voluntad general, por lo que es legítimo pasar por encima de ellas.
La visión binaria élites-pueblo funciona para cualquier populista: el 75% de los norteamericanos que votaron a Trump, dijeron que buscaban a quien «rescatara al país de las garras de la gente rica y poderosa». Las élites son los poderosos económicamente, pero también los partidos desacreditados, los burócratas corruptos.
El populismo es una “ideología delgada” (Mudde et al., 2019), una serie de ideas muy generales que se tienen que ligar a otras ideologías “gruesas” para tener sentido. Eso explica que aparezca revestido de discursos de signos muy antagónicos, y que su contenido programático pueda ser tan diverso. Pero todos los populismos se alimentan del fracaso de los gobiernos.
Los populistas de derecha proponen menos regulación de la economía, entendida ésta como desincorporación de empresas estatales y menos impuestos a los más ricos. Pero, paradójicamente, sus votantes más numerosos provienen de las clases trabajadoras.
Si bien cualquier populismo puede representar un peligro para las democracias liberales, el populismo de derecha es un fenómeno más peligroso. Sus políticas, basadas en el nacionalismo y el rechazo a la inmigración, así como la reducción de derechos fundamentales como la educación, la salud y la vivienda, pueden conducir a la exclusión social y la discriminación. La ultraderecha económica parte del supuesto de que los que “quedan en la cuneta” (como diría el Papa Francisco) son pérdidas inevitables que se compensan, en una lógica utilitarista, por el bien mayor de la sociedad en su conjunto. Pero, además, una de sus tareas es la de tratar de imponer códigos morales uniformes, lo que puede acarrear la pérdida de más derechos y conflictos sociales.
Veremos cómo les va a los argentinos. Con algo tenían que pagar la derrota que infringieron a los nuestros en el último mundial.