Durante las cruentas disputas en EU sobre el esclavismo, en el siglo XIX, sobresale, por original, la voz del escritor G. Fitzhugh, quien defendía el esclavismo no por razones raciales, sino porque pensaba que ese sistema era el único que garantizaba la protección de los más pobres. Sostenía, que los obreros del Norte no eran más libres: “El capital tiene el mando sobre la mano de obra igual que el amo lo tiene sobre el esclavo”. Para Fitzhugh, la diferencia a favor de la esclavitud era que el dueño asumía una responsabilidad total con el esclavo: le daba vivienda, lo atendía si se enfermaba y lo mantenía en su vejes. Y alegaba: “Usted, con ese mando sobre la mano de obra que su capital le otorga, es un dueño de esclavos también: un amo, aunque sin las obligaciones típicas del amo.”.
Desde luego que Fitzhugh pasaba por alto muchas consideraciones respecto a la libertad y el derecho de los mismos esclavos para decidir. Pero la realidad es que los obreros del Norte en esa época trabajaban doce horas al día, con salarios miserables y cuando se enfermaban o morían, eran piezas que se reemplazaban con mucha facilidad.
Las condiciones laborales de los trabajadores mejoraron notablemente durante el siglo veinte, sin embargo, hacia finales de ese siglo, una nueva forma de relación entre el capital y el trabajo viene creciendo. Hay una cultura que empuja a los jóvenes a independizarse, a “ser sus propios jefes”, pero, por otro lado, las estructuras sociales de protección social están pensadas para el trabajador asalariado. Muchas empresas multinacionales han visto una gran oportunidad en esta marea de personas que “quieren ser independientes”, porque les conviene establecer relaciones de trabajo eventuales y sin compromiso. Los nuevos trabajadores “libres” terminan auto explotándose y en una gran vulnerabilidad.
Un ejemplo muy claro de esto son las plataformas de movilidad por aplicación. Empresas gigantescas que utilizan el eufemismo “socio” para sus trabajadores. No arriesgan: no invierten en insumos materiales (los “socios” ponen el auto), la baja en la demanda la pagan los socios, no tienen ninguna responsabilidad social (accidentes, enfermedades, depreciación, asaltos… todo a cuenta del socio). Hay que decir que el socio sí paga sus impuestos, porque tienen que dar recibo de honorarios, no son “informales”. El esquema es tan desventajoso que los conductores terminan trabajando 12 horas diarias. ¿Qué hacer? Hay que alentar y facilitar las organizaciones gremiales de estos trabajadores, y legislar para hacer que este tipo de empresas tribute de acuerdo con sus ingresos, y que eso, junto con otras reformas tributarias, nos permita caminar hacia un sistema de seguridad social que no dependa de las formas de contratación.