Transcurrió un año a partir del fracaso de la Selección Mexicana de Futbol en el mundial de Catar, y a pesar de los movimientos telúricos en la Femexfut, todo sigue exactamente igual en la cancha. La presidencia de la Federación Mexicana pasó de un ejecutivo de Televisa (Yon de Luisa) a otro: Juan Carlos ‘La Bomba’ Rodríguez.
En medio hubo jalones, Grupo Salinas y Orlegi pusieron a su gente por unos cuantos meses al frente de la Selección y la FMF, pero la estratagema de Bernardo Gómez recuperó ipso facto el control que el monopolio televisivo ha detentado por sesenta años al frente del futbol mexicano, y que no piensa prestar de cara al mundial en casa.
El “Tercer Reich” futbolero prepara el 2026 con toda la fuerza avasallante de su maquinaria, en la nómina ya están dos de los principales críticos (André Marín y David Faitelson) y los propagandistas oficiales buscan implementar una ley mordaza para el resto de los medios.
La “oposición”, que no es otra cosa que el bando berrinchudo de la oligarquía balompédica, encabezado por Salinas Pliego e Irarragorri, tampoco piensa ofrecer demasiada resistencia ante el imperio del monopolio. Están invitados al pastel y mejor se hacen de la vista gorda o se van a ver juntos un concierto de Luis Miguel.
Estamos en el mismo punto que hace un año… o hace diez… o hace cincuenta. Son los mismos comentarios y el mismo diagnóstico, porque son los mismos problemas que aquejan al futbol mexicano desde entonces.
Una espiral inagotable, la crisis endémica y los cuestionamientos cíclicos hacia el establishment. No se pueden esperar resultados diferentes si los procesos siempre son los mismos, sería ingenuo creer que algo cambiaría después del fracaso del mundial y la subsecuente declaratoria del dueño del futbol mexicano, vía el teleprónter de su televisora en aquella “valiente” editorial de Denise Maerker.
No hay que engañarnos, el pase de la Selección Mexicana de Futbol a la Copa América estaba garantizado desde antes del enfrentamiento contra los hondureños, porque a veces “la suerte” está echada previo a jugarse los partidos y desde muy lejos del terreno de juego. La selección hondureña no tenía ninguna posibilidad de salir con vida del estadio Azteca.
Si el equipo mexicano no le daba la vuelta a la eliminatoria, existía la opción de un repechaje en marzo, y si tampoco en el repechaje se lograba el objetivo: “hecha la ley, hecha la trampa”; algún “comodín”, “luckyloser”, “mejor perdedor” o de plano “el dedazo”, entrarían al rescate.
Nadie podía opacar la despedida de la selección del Azteca, ni siquiera el propio equipo mexicano. Los dados estaban cargados y las cartas iban marcadas.
Ahora, el final four de la Liga de Naciones de la Concacaf y la Copa América en el verano de 2024, esperan al equipo de Jimmy Lozano, que en adelante tiene un recorrido mucho más terso, un camino cuesta abajo hacia el mundial de 2026.