No es una sorpresa que la aplicación de una falsa vacuna contra COVID-19 se haya vuelto noticia como espuma. Naturalmente se trató de un hecho disruptivo y una señal de alerta, sumamente preocupante. Pero editorializarla como una acción deliberada del gobierno es pura politiquería.
A ojo de buen cubero, podría no parecer un hecho aislado: las 5000 falsas vacunas incautadas en Campeche y otro caso similar de falsa aplicación semanas atrás en Ciudad Obregón, Sonora, sumado a la desproporcionada cobertura mediática de la “no aplicación en Zacatenco” que generó una ola de desconfianza sobre si realmente los vacunados hasta ahora, efectivamente lo están.
Siguen siendo únicamente dos casos. No se trata de restarle gravedad al asunto, pero sí de darle su justa medida a las cosas. La vacunación contra la COVID-19 supone la operación logística más ambiciosa de la historia en materia de salud, no solo en México, sino en el mundo entero y por tanto es susceptible de errores, y por ello, perfectible. Países de la región como Colombia y Brasil también han reportado “errores” de este tipo.
A puertas de una tercera ola de contagio, es irresponsable y mezquino levantar un manto de duda sobre un proceso, de por sí ya muy complejo, y que, aun con tropiezos —derivados en su mayoría por la contingencia internacional—, avanza a buen ritmo en el país, con la proyección de vacunar a todos nuestros adultos mayores y profesores en mayo de este año.
No será el hecho más complejo al que nos enfrentemos en el marco de la vacunación. Detener el mercado negro de vacunas contra la COVID-19 se ha convertido en una de las principales labores de la Interpol. Rápidamente las organizaciones criminales a nivel mundial han encontrado un nuevo nicho de negocio que se alimenta de una creciente demanda insatisfecha por hacerse a una vacuna y de la lentitud de su producción.
Hace pocos días, Tedros Adhanom Ghebreyesus, titular de la OMS, alertó del potencial de los grupos criminales de explotar la vacuna, y aseguró que varios ministerios de salud, autoridades reguladoras y organizaciones de contratación pública han recibido ofertas sospechosas para suministrarlas.
Vacunas falsas; vacunas robadas; corrupción en las licitaciones para adquirirlas; un mercado privado que disminuya los controles oficiales, son algunos de los retos por venir. Un panorama de este tipo nos exige una visión más pedagógica como sociedad.
Es obligatorio señalar los errores y exigirles mejores protocolos a las entidades sanitarias, especialmente en esta primera fase que es de aprendizaje para todos. Pero deslegitimar toda la cadena por un eslabón suelto es un despropósito, así como el intento por desanimar a la población frente a la vacunación, a expensas de golpear electoralmente al Presidente López Obrador y a su partido.
Ya se esclarecerá si el caso ocurrido en el Instituto Politécnico Nacional se trató de un error humano o de un montaje, que no extrañaría con la oposición desarticulada pero carroñera que tenemos, especialmente, en estos días de toxicidad electoral.
Uf, y los que nos queda.
Daniela Pacheco
