Lo supe apenas me enteré: esto no sería otro festival de cine. Esto sería algo más visceral, más urgente.
El Peephole Film Fest, este festival de cortometraje en su séptima entrega en Guadalajara, no invita a observar. Obliga a participar. A ser parte de un ritual donde el cine de género—ese pariente incómodo, gloriosamente mal portado de la cinematografía—deja la pantalla para impregnar todo, hasta un buen tequila que circule como un néctar que desinhibe.
El Peephole, es pionero en fusionar cine erótico con terror, suspenso y experimental y este evento no será la excepción. Exhibirá las películas seleccionadas en el Cineforo UDG desde el 31 de octubre y hasta el 2 de noviembre y coincidirá con las festividades de Día de Muertos. El evento busca reconocer películas y guiones que sean seductores, extraños, crudos o únicos, premiando especialmente la calidad fotográfica y cinematográfica.
Y como cine y fiesta son inseparables, en Santa Teresita Centro (Andrés Terán 586) en el corazón de Santa Teresita. Un barrio que ya late con una energía propia, pero que esta noche del 1 de noviembre se transformará en un santuario laico para los devotos del terror, lo erótico y el suspenso.
El programa es un acierto de narrativa experiencial. No es una sucesión de eventos, es una escalada deliberada. Comienza con una Trivia de Terror a las 8 de la noche —donde el conocimiento cinéfilo se paga en efectivo, no en aplausos—, sigue con la proyección de los cortos ganadores y estalla en una Pasarela de Disfraces que es todo menos un concurso amable.
Es el carnaval que da la oportunidad de ser otro, o quizá, de ser la versión más oscura de uno mismo. El trofeo al mejor disfraz no es un reconocimiento, es una reliquia.
Y luego, la fiesta. Porque después de asomarse al abismo, lo único que queda es bailar en el borde.
El Peephole Film Fest no es un simple festival. Es un síntoma. El síntoma de una escena cultural que ha madurado lo suficiente para dejar de tomarse tan en serio y, paradójicamente, para crear algo con más peso.
Es el recordatorio de que el cine puede ser un evento social total, una experiencia que no termina cuando se apagan las luces de la sala, sino que ahí comienza su verdadera transformación.
Un acierto. Un espacio necesario. Un grito en la noche que, ojalá, siga resonando por muchas ediciones más. Anótelo en su agenda con letras sangrientas para no perdérselo.
Ah y la entrada es libre para los disfrazados, los que no expongan su creatividad esos sí tendrán que dar una cooperación, ¡para que no se les olvide el disfraz!
 
	