No se puede estar en contra de los programas sociales ya que son instrumentos de la administración pública que tienen por objeto suplir una carencia en determinado sector de la población, normalmente entre los más pobres o quienes sufren una carencia específica, incluso, entre quienes son sujetos de un tipo de violencia.
No pueden ser sujetos a un uso electorero, que no electoral, ya que se estaría lucrando con las necesidades de la población.
Lla utilización de los programas sociales, representa el uso de recursos públicos, conducta que también debe ser sancionada.
Mucho se ha hablado durante las últimas semanas sobre los efectos del uso de los programas sociales durante el proceso electoral, de cómo pudo influir en el electorado y lo que implica para la democracia.
No se puede dejar de lado que el hecho de que se orille al elector a vender su voto al mejor postor constituye una carrera que tendrá como fin único la promesa de entregar un beneficio temporal a lo más necesitados, dejando de lado el verdadero fin de un programa social que es el de ayudar a las personas a salir de su estado actual.
El programa social debe ser entendido como un elemento de apoyo a las personas con una carencia especifica y como un elemento que permita salir a las personas de esa situación, es decir, que les permita mejorar su condición de vida.
No podemos permitir que los programas sociales, aparte de su mal uso en época electoral, sirvan para mantener a las personas en su mismo nivel de vida con carencias y sin esperanza.
Además, el uso del programa social en campaña no solo se configura con la entrega de dinero u otros elementos, se configura con la amenaza de no recibirlo más.
Como ya lo dije, no se puede estar en contra de los programas sociales, la amenaza de que votar por determinado partido será causa de la desaparición de los mismos es una aberración en sí, como lo es su uso extensivo e indiscriminado, puesto que el programa social debe atender problemas específicos temporalmente.
El uso indiscriminado de los programas sociales juega con el dinero de los contribuyentes, pues no es una concesión graciosa, no es la representación de la bondad de los gobernantes y mucho menos es un regalo: es la expresión de la solidaridad entre ciudadanos, es la aplicación de recursos públicos en favor de las necesidades de los miembros de la sociedad con mayores carencias. Es reprobable el uso de los programas públicos para ganar una elección.
Creíamos que nuestra democracia avanzaba, hemos visto que no y ahora toca exigir que se respeten las reglas democráticas y que no se lucre con la necesidad humana para llegar al poder.