Vaya lección que nos dio la naturaleza al dejarnos sin agua y devolvérnosla. Ya si no aprendimos el mensaje, qué clase de sociedad y gobierno seremos, porque son sacudidas que nos vienen a mostrar que nada debemos dar por hecho.
Tampico, Madero y Altamira son una región muy bendecida, porque ha recuperado esa riqueza natural de la que depende para vivir y mover su economía.
Una zona bañada en cuerpos de agua, ni propios ni extraños habrían creído que un día se quedaría sin una gota porque su sistema lagunario se secaría.
Menos todavía nos pudimos haber imaginado que esa agua que se fue, regresaría en tan poco tiempo y nos salvaría de una realidad apocalíptica.
Oíamos con escepticismo que después del trasvase de El Mante y San Luis Potosí, las lluvias vendrían en nuestro rescate.
¿Cómo creerlo cuando ya eran ocho años de sequía? ¿Por qué esta vez las condiciones climáticas tendrían que ser distintas?
El aporte de los distritos de riego tenía fecha de caducidad; ¿qué iba a suceder cuando concluyera y las precipitaciones pluviales no se asomaran como había sucedido desde 2016?
Solo quedaba desalinizar, algo que ambientalistas insisten mucho se debe hacer y que ya el gobierno y la industria habían volteado a ver como una alternativa para enfrentar la emergencia.
También se nos decía que solo el agua de un huracán podría salvar la zona; pero si de algo hemos estado exentos en las últimas décadas ha sido precisamente de la furia de un fenómeno de esa naturaleza.
Y no llegó un huracán, pero sí una tormenta tropical, algo impensable que sucediera pues tampoco hemos sido zona receptora de esos eventos meteorológicos.
Qué generosa es la naturaleza porque llovió donde tenía que llover y nos resolvió la crisis hídrica.
La madrugada del jueves 20 de junio llegó “Alberto”, y para el domingo 23 ya el Chairel estaba superando ese 1% de almacenamiento en que se mantuvo los últimos meses, hasta llegar este jueves 27 al 85%. ¿Cuánto nos durará el gusto?
No sé usted, pero yo sí estoy muy conmovida. Parecía que el costo de recuperar el agua iba a ser muy alto, pues el sur es vulnerable al embate ciclónico; sin embargo, la naturaleza nos perdonó.
Otra crisis que Tampico supera y la enseñanza de que nada es seguro en esta vida si no lo cuidamos y abusamos.