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Gerardo Murillo

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  • Celeste Ramírez

Agosto es un mes que nos refiere al aniversario luctuoso de Gerardo Murillo, quien llevó en vida el sobrenombre de Dr. Atl, (agua en náhuatl). Uno de los artistas mexicanos más completos: pintor, escritor crítico de arte además vulcanólogo, filósofo y activista político y cultural.

Gerardo Murillo nació en Guadalajara, Jalisco, el 3 de octubre de 1875 y falleció el 15 de agosto de 1964. Llevó una vida intensa que incluye un implacable amor a la naturaleza; el compromiso político, social y artístico; el autoexilio y una compleja relación amorosa con María del Carmen Mondragón Valseca (poeta, pintora, musa, modelo) a quien él mismo bautizó como Nahui Olin.

Fue becario en Europa por el gobierno de Porfirio Díaz y a su regreso impartió clases en la Academia de San Carlos; tuvo como alumnos a tres de los grandes muralistas de la pintura mexicana: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.

Produjo pintura de caballete, paisajes y autorretratos. Entre sus aportaciones a la pintura se encuentran: los Atl-color, una técnica compuesta por una serie de tintes secos que se podían utilizar sobre tela, papel o roca y el aeropaisaje, sobrevolando en helicóptero para pintar montañas como el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.

Desarrolló una fuerte pasión por los volcanes, lo que lo llevó a registrar a detalle la evolución del Paricutín (Michoacán, 1943).

De grandes virtudes literarias, el doctor Atl escribió con la misma precisión y detalle con la que plasmó su obra plástica. Destacan Las sinfonías del Popocatépetl (1921). ¡Arriba, arriba! (1927), Cuentos bárbaros (1930) Cuentos de todos colores (1933 y posteriormente ediciones corregidas); Un hombre más allá del universo (1935); El padre eterno, satanás y Juanito García (1938); Gentes profanas en el convento (1950).

En la cuentística de Gerardo Murillo están recreados ambientes de la revolución mexicana, de la violencia, de la naturaleza, del viejo mundo —donde estudió (Roma y Paris) y se exiló—. Sobre tesoros y sobre la fantasía y el misterio, en estos últimos encontramos a la Llorona, además de brujas y aparecidos.

“Bajo el verde simbólico, ante una mesa y un vaso de vino, me siento a beber y a soñar. En estas tardes quietas y luminosas de Italia el espíritu se diluye en el paisaje —tardes de un mundo sin dimensiones donde la leyenda, la realidad y el deseo se confunden en un caos, blanco como un nirvana” (La barra de metal, en Cuento de todos los colores, Lecturas Mexicanas, Conaculta, 1990).

Celeste Ramírez


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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