Santo Tomás de Aquino nació en Italia en 1225, estudió y fue profesor en la Universidad de Paris, también fue alumno de la de Colonia, es el más importante teólogo y filósofo de la Iglesia, se les reconoce como uno de los intelectuales más profundo, sistemático y fecundo, murió a los 49 años.
Su producción literaria es asombrosa, Santiago Ramírez (Suma Teológica, BAC) presenta una lista de 131 títulos de obras mayores y menores que escribió en 21 años de labor literaria que se traducen en 891 lecciones sobre libros de Aristóteles, 803 lecciones sobre la Sagrada Escritura, 850 capítulos sobre los Evangelios en la Catena Aurea, 463 capítulos en la Suma contra Gentiles, 2931 artículos el Maestro de las Sentencias, unos 1200 capítulos en multitud de opúsculos de diversa índole, 510 artículos de las Cuestiones Disputadas, 260 artículos en las Cuestiones de Quolibet y 2652 artículos y 10000 argumentos en su obra magna, la Suma Teológica que escribió a fin de “presentar las cuestiones que conciernen a la religión cristiana de modo tal que se adecue a la formación de los principiantes”.
En el libro De la Ley, De la Justicia, y el Gobierno de los Príncipes (Ed. Porrúa), Santo Tomás da respuesta a muchas cuestiones, entre otras, si el derecho es objeto de la justicia y si el derecho puede dividirse convenientemente en natural y positivo, a lo que responde que no porque lo natural es universal e inmutable, pero nada hay con tales características entre las cosas humanas porque todos fallan en algunos casos en las normas del derecho humano y nadie puede observar todas las normas de virtud en todas partes. Por tanto, afirma, no hay un derecho natural. Sostiene, se llama “positivo” lo que procede de la voluntad humana, pero nada es justo por proceder de la voluntad humana, pues de otra manera la voluntad humana nunca sería injusta, luego, no es correcta la división del derecho natural y positivo.
Santo Tomás afirma que parece que la ley no hace bueno al hombre porque los hombres se hacen buenos por la virtud, ya que la virtud es “aquello que hace bueno al que la posee”, además la ley no aprovecha al hombre si éste no la obedece, pero el obedecer el hombre a la ley procede de su bondad, luego, la bondad es un prerrequisito para la ley, y así, no es la ley la que hace bueno al hombre.
Al reflexionar sobre la justicia, una de las preguntas es si el acto de justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, a lo que responde que es correcto, pues siendo la virtud un hábito que actúa como principio de los actos buenos, es preciso que la virtud se defina por el acto bueno acerca de la materia de tal virtud, y para que un acto de cualquier materia sea virtuoso, se requiere que sea voluntario, firme y estable.
Respecto a si la justicia es una virtud, Santo Tomás afirma, parece que no porque virtud humana es aquella que hace buenos al acto humano y al mismo hombre, y esto es propio de la justicia pues la acción humana se hace buena al seguir la regla de la razón según la cual son rectos los actos humanos, por tanto, ya que la justicia hace rectas las operaciones humanas, es evidente que hace buena la acción humana.
Al planteamiento de si la justicia es la más elevada de las virtudes morales, el teólogo responde, parece que la justicia no es la más elevada de las virtudes morales porque lo propio de la justicia es dar a cada uno lo que le pertenece, pero la libertad consiste en dar a otro de lo propio, lo cual es más virtuoso, luego la liberalidad es más elevada virtud que la justicia. Pero si tratamos de la justicia legal, es evidente que sobresale por sobre las demás virtudes morales, en cuanto a su fin, que es el bien común, que es más elevado que el bien particular.
Después de 750 años la obra del Doctor Angélico sigue siendo un referente multireligioso y cultural, el tomismo es la corriente filosófica y teológica más importante del cristianismo y la que mejor entendió y divulgó la ética aristotélica.