Han pasado ya una docena de días desde que la violencia reinó en Chilpancingo y la presidenta municipal fue exhibida en un video reuniéndose con el líder de uno de los grupos delincuenciales que tienen tomada la región; jornadas que terminaron con la toma de la carretera federal y una negociación extraña que levantó el bloqueo, pero no trajo demasiada paz.
Digo negociación extraña porque las autoridades estatales la vendieron como un asunto de apoyos sociales y obras en algunas comunidades para solo ser desmentidas por el propio Presidente de la República, que dijo, como era evidente, que se trataba de exigencias de delincuentes por el arresto de algunos de sus líderes.
Poco ha cambiado como lo prueba que hace una semana fueron asesinados a balazos el ex regidor perredista Óscar Garibay Valdez y su primo, el ex director de la Juventud Iván Zaith Domínguez, en una taquería en Chilpancingo.
Como suele suceder hace mucho en el país, nada más sencillo para las autoridades políticas que entregarse a la lentitud e ineficiencia del aparato de procuración de justicia para no tomar responsabilidad alguna.
La gobernadora Salgado anda tan tranquila como siempre —eso sí, a lado de su padre— y solo mandó a su secretario de Gobierno a insinuar que la alcaldesa debería renunciar, diciendo que Norma Otilia Hernández Martínez debería hacer “un ejercicio de autorreflexión” y evaluar la conveniencia de separarse del cargo, porque de no hacerlo “tendrá que asumir la responsabilidad también de eso”. La alcaldesa, dijo el segundo de la gobernadora, “tiene su propia opinión del caso, nosotros hemos emitido la nuestra y creo que la sociedad también tiene la suya”. Algo similar dijo el líder estatal de Morena, partido al que pertenece la alcaldesa.
Ella, que primero había negado conocer al líder que le pedía un segundo desayuno entre cuerpos destrozados y con el que después apareció en el video, dice que nomás no se va. Nomás faltaba.
Que solo se irá si la Fiscalía General del estado la encuentra culpable en las investigaciones que se siguen y —esto es de verdad—: pidió serenidad a las figuras políticas, a quienes recriminó que hicieran juicios anticipados que ponen en riesgo a su familia y la gobernabilidad en el municipio.
En el país de las nulas responsabilidades políticas la alcaldesa terminará su periodo, alguna otra crisis trágica estallará en Chilpancingo y la FGE seguirá “investigando”.
¿Quién ganó en Chilpancingo? Está claro quiénes perdieron.