Los debates no son arenas para la disertación técnica, eso es un mito. Son espectáculos de seducción que interpelan a la empatía. Para mis colegas comentócratas: si buscan discusiones muy sesudas y profundas sobre política pública en un debate electoral, están navegando en aguas equivocadas. Es mejor un seminario académico.
En 1996 Drew Westen, profesor de psicología de la Universidad de Atlanta, analizó el comportamiento cerebral de los espectadores del debate entre Bill Clinton y Bob Dole por la presidencia de Estados Unidos. Descubrió que los espectadores no coronaron ganador a quien presentó mejores propuestas, sino a quién lució más cálido (Clinton). Westen demostró que las redes neuronales de quienes observan los debates se activan con gestos simples y se inhiben con razonamientos complejos (Political Brain, 2007).
Algo similar ocurrió en el primer debate televisado de la historia, en 1960, entre John F. Kennedy y Richard Nixon. Quien solo escuchó el debate por radio dio como ganador a Nixon; fue más catedrático y denso. Quien lo vio por televisión consideró claro ganador a Kennedy; fue más empático y lució relajado. Historiadores consideran que ese debate inclinó la balanza para la victoria del carismático Kennedy.
En Reino Unido, con una cultura parlamentaria muy sofisticada, los debates se asemejan a un “roast comedy”, donde el sarcasmo y el humor negro son habituales. Este performance saca lo más humano de cualquier político. ¿Cuál es la clave? Que allá los políticos se saben reír de sí mismos.
En México hemos avanzado mucho en la cultura de ver debates electorales (sobre todo los memes), pero no tenemos una cultura para debatir como ejercicio cívico cotidiano (es una deuda de los sistemas educativos). Un buen debatiente entrelaza hábilmente su capacidad argumentativa con la empatía y el humor (no sonrisas forzadas) para enganchar a un público crecientemente abrumado por la infodemia y la desinformación.
En suma, y como es una tradición en la cultura política anglosajona, “gana” el debate no quien dicta cátedra y presenta más propuestas, sino quien a juicio del votante genera más confianza para “compartir un café en la vida cotidiana”.