La semana pasada, 68 ganadores del Premio Nobel en diversas disciplinas científicas le enviaron una carta al presidente ultraderechista de Argentina, Javier Milei, advirtiendo que el “sistema argentino de ciencia y tecnología se acerca a un peligroso precipicio”. Ello, como respuesta al congelamiento del presupuesto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), que deja sin sueldo a unos 300 mil investigadores. ¿El argumento? Que argentina no financiará más “investigaciones inútiles sobre la sexualidad de Batman”.
Esta carta bien podrían haberla dirigido a cualquier mandatario de América Latina, o del mundo, que cuestione la importancia de la ciencia para el desarrollo social y económico. En la misiva, los Nobel resaltan un punto crucial: la ciencia es global, no parroquial. Sus avances benefician a toda la humanidad, independientemente de la nacionalidad o postura política. Permite encontrar soluciones de manera colaborativa, coordinada e imparcial, a problemas globales como el cambio climático, pandemias, hambrunas y otros más.
No solo es Argentina. La reducción de la inversión en investigación científica está hipotecando el futuro de Latinoamérica. La formación de científicos en LATAM está muy por debajo de países desarrollados. La tasa de investigadores por millón de habitantes en Argentina es de 1,284, en Brasil de 888 y en México de apenas 358. En Corea es de 9,082; en Singapur de 7,225 y en Alemania de 5,536. Nos miran por el retrovisor.
En México, el gasto público en ciencia ha disminuido 39% desde 2015; una pérdida acumulada de 38 mil millones de pesos. Actualmente, de cada 100 pesos del Presupuesto Federal se invierte menos de 1 peso en CTI (0.93). Apenas el 0.3% del PIB. Ni hablar de la disminución de las becas internacionales para maestría y doctorado del CONACYT: ocho años atrás había 813 becarios internacionales; el año pasado hubo apenas 227.
En efecto, “el mundo tiene muchos problemas, y cualquier economía moderna debe ser capaz tanto de generar nuevas tecnologías enfocadas en problemas locales como de aplicar tecnologías generadas por otros para resolver sus propios desafíos”. Escuchemos a los Nobel.