Cultura

Soluciones airosas

Cuando se hace ejercicio en un gimnasio pasan muchas cosas. Además de sudar y que la gente haga lo propio, cada uno aplaca sus demonios como puede mientras los lípidos se convierten en el enemigo a vencer. Ya habrá ocasión de aterrizar en los vicios y las virtudes del lugar y sus moradores, pero valga esta idea para ilustrar el punto de partida.

Estaba a medio camino entre un aparato y otro cuando me dio por pensar en el libro en turno. Y echar un ojo a los parroquianos, poniendo especial énfasis en la respiración. De pronto fue por demás ilustrativo que hubiera quienes deambularan con cara de idos y boquiabiertos. Respiraban, es cierto, y no por la nariz.

Los iniciados en el tema saben de la trascendencia de meterle aire al cuerpo de forma adecuada. Y por razones que tienen que ver con el proceso evolutivo de la humanidad, males heredados o adquiridos, hábitos perniciosos y hasta costumbres irreflexivas, las bocas acaban abriéndose para inhalar y haciendo que el propietario degrade su existencia.

Es curioso que en un sitio donde se pretende privilegiar la salud se haga mal uso de las vías aéreas y esto mine la calidad de vida que se busca adquirir. Tan peculiar como percatarse de que buena parte de la gente por una razón u otra no inhala como es debido.

El libro en cuestión es Respira, de James Nestor, quien se ha propuesto llenar muy bien de aire los pulmones y no morir, literalmente, en el intento. El autor sostiene que la respiración es un tema que ha ocupado la atención de sociedades ancestrales, pero que no hace mucho que la ciencia se interesa en ello.

Y aunque lo señalado hasta hoy no esté validado del todo por la medicina y otras áreas, bastaría convertirse en conejillo de Indias para saber qué tanto funciona. En esa lógica me he colocado en el papel de voluntario y puesto manos a la obra y en la boca también.

Una de las ideas planteadas en el texto consiste en colocarse una cinta con pegamento en los labios antes de dormir, buscando paliar el ronquido. Y como en boca cerrada no entran moscas, tampoco salen ruidos indeseables, más si es de noche, así que heme cuajado, con la buchaca bloqueada y orillando a la nariz a hacer lo suyo.

El resultado ha sido espectacular, los ronquidos desaparecieron, al menos bucalmente, de la vía nasal habrá que encargarse otro día. Por lo pronto el sueño se ha vuelto tan reparador como disfrutables las noches y habrá que seguir hincando el diente al libraco en busca de otras mejoras en la cuestión aérea.

Para acompañar la lectura me dispongo a escuchar aquella pieza de Mecano que cuenta la historia de quien se sintió más ligero que la nada: “Aire, soñé por un momento que era aire, oxígeno, nitrógeno y argón, sin forma definida, ni color. Fui aire, volador”.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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