La capacidad de asombro es una de las competencias que deberíamos cultivar con mayor frecuencia los seres humanos. Enfermarse de adultez y aburrimiento es quizá el signo más contundente de haber perdido esa cualidad.
Escribo estas líneas a unos minutos de que llegue a su máximo el eclipse solar y no deja de llamar la atención lo que ocurre en este Universo. De a poco se va oscureciendo el entorno y la sensación de que atardece temprano, que se obnubila sin cúmulos, cirros o estratos, es pasmosa por extraña.
En el marco de esta experiencia mucho se puede agregar. Qué habrían pensado los antiguos pobladores del mundo, cómo se las habrán arreglado para entenderlo y de qué manera esta serie de fenómenos habría fomentado su disposición para la sorpresa.
Quienes fuimos testigos de la ocasión anterior tenemos algo guardado en la memoria. El odioso lugar común de muchos reside en lo lejano que se veía este 2024 respecto a 1991. Y no deja de ser cierto por odioso, lo que en todo caso evidencia es la falta de creatividad y del deseo de dejarse maravillar por algo más que el paso del tiempo.
Mi padre ha vivido tres eclipses y sobre el actual ha andado como niño de seis años curioseando por aquí y por allá, abriendo los ojos con desmesura cada que escucha, ve o advierte algo que lo deja pasmado, cosa no poco frecuente.
En el evento de hace más de tres décadas, al primo de un amigo que acusaba poca edad le dijo su familia que se iba a hacer de noche por unos minutos, que no se fuera a espantar y que pronto volvería todo a la normalidad. De poco sirvió, justo cuando comenzaba a irse la luz el chaval sintió el llamado de los ciclos circadianos, dio las buenas noches a la banda y se fue a su cuarto a dormir.
A cada quien estos temas le afectan de distinta manera, pero algo que no debería consentirse es verlos pasar de largo sin el menor asomo de perplejidad. Me cuentan que los mexicanos, festivos y chacualeros como suelen ser, se las idearon para el jolgorio, la música y lo necesario para el jale.
Las clases se suspendieron por aquello del no te entumas y supongo que para dejar en manos de los papás el cuidado de los ojos parvularios. Y aunque la existencia sigue y no habrá más de este tipo de cuestiones en México hasta 2052, el momento ha funcionado para reivindicar el sobresalto por la vía del desconcierto.
En un episodio de las charlas TED, Ramón Barrera alude al sorprendizaje como una de las variantes para hacer frente a la educación aburrida. Y es probable que en ello resida mantener en la gente las condiciones para admirarse de lo que le rodea. Albert Einstein observaba dos maneras de vivir, una, como si nada fuera un milagro. La otra, como si todo lo fuera. De las segunda va este asunto, con eclipses incluidos.