Mañana a las 12:00 horas el IEPC presentará Capital Cívica Jalisco en Casa Iteso Clavigero, una propuesta de política pública para el desarrollo de ciudadanía activa que genere una comunidad democrática e inclusiva en Jalisco. Es un llamado estratégico en tiempos de implosiones democráticas globales.
No se trata de una “defensa por la democracia”, sino de una de convocatoria para experimentarla, vivirla, en un contexto donde la polarización ha erosionado la deliberación racional, el debate y el diálogo democrático, y en el que hay una tendencia a capturar la palabra, como mencionó Annel Vázquez en el “Encuentro Internacional: democracia desde los márgenes”. Vivir la democracia hoy es una resistencia en una sociedad que ha digitalizado los vínculos humanos con una dosis algorítmica que ofrece múltiples incentivos para el desencuentro, no para el encuentro: el contenido viral en redes sociales o nos enoja, o nos indigna, o nos polariza, pero pocas veces nos hace converger, empatizar o tolerar.
Este llamado para vivir la democracia ocurre en el contexto de la desinformación y la mala información, que ha limitado la acción colectiva, que ha puesto en delicada situación la libertad de elección, de actuación y de activación. También este llamado tiene una clara inspiración en la generación joven que demuestra en las urnas un desencanto por la vía institucional de la participación, pero no por la política en sí.
El llamado a vivir la democracia tiene en sus receptores las actitudes de desmotivación y desencanto por las instituciones, por la política y –en momentos– por la democracia, ante la creciente simpatía por ideas como de que “es preferible un gobierno autoritario pero que sea eficaz”, son solo un ejemplo. El autoritarismo seduce.
Capital Cívico Jalisco entiende ese contexto y propone no renunciar a la capacidad que todos tenemos de acción política, iniciando por la reflexión pero convocando a la acción, para que frente a la erosión del capital democrático se fortalezca el capital cívico, se defienda el espacio público, se vivan los valores democráticos y se atiendan los retos de la IA, la polarización y la seducción del autoritarismo con expectativa, pero una que sea como la plantea Eagleton, sin optimismo irracional, es decir, una esperanza lúcida, que no niega el sufrimiento ni las posibilidades del fracaso, pero que se niega a ceder al fatalismo. Ahí nos encontremos.