Cultura

Mona Lisa con bigote

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El arte como interpretación siempre ha sido polémico. Calcar la realidad, no. No es gratuito el escándalo alrededor de La Revolución, la pintura de dimensiones con apenas 30 por 40 centímetros. Uno tendría que agradecer estos “despertares” en el campo de la cultura. Porque anima a la gente de todo tipo de conocimientos generales a participar colectivamente en el ejercicio de la crítica. Frente a un suceso así importa poco el valor estético de una pieza. Importa más la confrontación de ideas, disparates, ataques injustificados o no, diatribas que en todos los casos nos acercan al arte, ese que mueve conciencias.

Enmarcada dentro de la exposición Zapata después de Zapata, exhibiéndose en el Palacio de Bellas Artes, la obra de Fabián Cháirez ya es una que quieren dos museos del extranjero y uno de la Ciudad de México. Nada es gratuito. Los especialistas serios del arte saben del valor estético de una pintura que caló en el inconsciente colectivo de las personas. La reproducción de la pieza en todo el mundo es hoy un símbolo de la reticencia para penetrar en los mitos nacionales en torno a la sexualidad de un caudillo de la Revolución, Emiliano Zapata. Mentira o falsedad, poco importa. Importa la discusión de ese caballo blanco con el pene erecto, ese jinete desnudo que viste sombrero de charro y zapatillas, exclusivamente. Fabián Cháirez tiene que agradecer a la familia de Zapata las intenciones de censurar esa obra por parte del gobierno mexicano. Nada hubiera pasado si el prejuicio no existiera. Pero el prejuicio existe y el arte es quien debe confrontarlo.

Guste o no, La Revolución ya es una imagen conocida en el mundo del arte universal, en aquellos preocupados por el futuro de la pintura. Y esa es la principal importancia del acontecimiento: fue la pintura y no el arte conceptual la que logró semejante escándalo. Una obra realizada en 2014 llega en 2019 a ser el suceso anual del arte más espectacular del que hayamos visto en las últimas décadas. Conciencia contra inconsciencia. Podemos entender las tribulaciones del joven realizador Fabián Cháirez porque no sabemos lo que siga después de este suceso. Pero una cosa es cierta: calificar de mediocre a su pintura expuesta en Bellas Artes es lo más desacertado. Habrá que escarbar en su obra completa para dar un veredicto más eficaz, menos visceral.

Y una gran verdad: esa Mona Lisa con bigote de la que hoy polemizamos en realidad es el prejuicio contra una forma de ser. Es pretender imponer un criterio sobre el arte donde los homosexuales no tienen cabida. Como si Miguel Ángel no hubiera metido tantos goles en sus murales del Vaticano. Como si Leonardo Da Vinci no nos calentara la cabeza sobre las teorías de si es o no una mujer su Mona Lisa de pequeñas dimensiones, y a la que todos acudimos para verla en el Louvre.

Ahora tenemos oportunidad de ver la obra de Cháirez en Bellas Artes, antes de que salga de México para irse al extranjero, donde seguro tendrá mejor recepción que la que los mexicanos tenemos por los artistas mexicanos. Gracias al curador Luis Vargas por su aportación al insertar esta pieza ahí donde México tiene un talón de Aquiles: su machismo, sean hombres o mujeres.

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Braulio Peralta
  • Braulio Peralta
  • juanamoza@gmail.com
  • Periodista, ensayista y editor. Autor de Otros nombres del arcoíris, El poeta en su tierra, diálogos con Octavio Paz, De un mundo raro, un libro de crónicas de sus personales viajes como corresponsal en España, y El clóset de cristal. Publica todos los lunes su columna La letra desobediente.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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