Internacional

COP30: llegó la hora de escuchar el sentido común y priorizar el bienestar humano

Mientras los políticos asisten a la 30ª reunión anual de la ONU sobre el clima, que se desarrolla hasta el 21 de noviembre en Belém, Brasil, el filántropo Bill Gates ha aportado una idea muy clara: las cumbres climáticas como la COP30 deben dar prioridad a lo que realmente mejora la vida de las personas, y no limitarse a perseguir la reducción de las emisiones o las temperaturas. Su argumento es a la vez sorprendentemente tardío y, francamente, simple sentido común.

Siempre he defendido que los responsables políticos deberían preguntarse: ¿cuál es la forma más inteligente de hacer el mayor bien posible con recursos limitados? Para miles de millones de personas en los países en desarrollo, abordar retos inmediatos, como la pobreza y las enfermedades, es más importante que perseguir objetivos climáticos lejanos.

En los países pobres, los padres no se desvelan pensando en cómo reducir la temperatura a 0,1°C en un siglo. Les preocupa saber si sus hijos sobrevivirán a un brote de malaria o si recibirán una educación digna. Como Gates señala, “los mayores problemas son la pobreza y las enfermedades, como siempre lo han sido”. Cada año, más de 7.5 millones de personas en los países más pobres mueren por enfermedades que se pueden prevenir o tratar a un costo muy bajo. Las inversiones inteligentes en salud, nutrición y educación podrían salvar cada año a más de 4 millones de personas, al tiempo que se fomenta el crecimiento y la resiliencia para el futuro.

El mensaje sensato de Gates se encuentra a la cabeza de un creciente cambio global en la manera de pensar. Durante años, no se toleraba ninguna desviación del conformismo dogmático sobre el clima. El objetivo político primordial era reducir drásticamente las emisiones a cualquier precio. Este mensaje extremista fue repetido hasta el cansancio por el secretario general de las Naciones Unidas, innumerables políticos y un ejército de celebridades intimidatorias. Cualquiera que cuestionara la supremacía de la amenaza climática o expresara escepticismo ante las costosas políticas era ridiculizado como “negacionista climático”.

De repente, el pragmatismo y el pensamiento matizado vuelven a estar de moda. En Estados Unidos, el senador demócrata Chris Coons declaró que el clima "no es uno de los tres temas más importantes en este momento”. El primer ministro liberal de Canadá, quien hace una década advirtió que una posible catástrofe climática significaría que las reservas de combustibles fósiles podrían ser “incombustibles”, está acelerando la construcción de una terminal de exportación de Gas Natural Licuado (GNL) y prometiendo “transformar nuestro país en una superpotencia energética”. Incluso los gobiernos británico y alemán, inclinados hacia lo ecológico, están hablando ahora de la necesidad de inyectar algo de economía en la política climática y energética.

Es hora de dejar atrás las narrativas apocalípticas que han dominado el debate sobre el clima. El cambio climático es un problema real, pero no es el fin del mundo. Si no se aborda, la economía climática muestra que podría reducir el Producto Interno Bruto mundial entre un 2% y un 3% para 2100, lo que significa que seremos un 435% más ricos en lugar de un 450%. El clima es una cuestión entre muchas otras, no un apocalipsis que eclipsa todo lo demás.

Aun así, los mismos activistas repiten sus argumentos de siempre. En primer lugar, la idea de que el gasto en materia climática no está desplazando los esfuerzos para combatir la pobreza. Esta idea está siendo promovida por el profesor de clima Michael Oppenheimer, quien afirma que Gates establece una «falsa dicotomía».

Sin embargo, cualquiera que viva en el mundo real sabe que el dinero no se puede gastar dos veces. Según ellos mismos admiten con orgullo, los bancos multilaterales de desarrollo (organizaciones internacionales financiadas en gran medida por los contribuyentes para ayudar a los países más pobres) dedicaron la asombrosa cifra de 137,000 millones de dólares a la financiación climática en 2024. Ese es dinero gastado en el clima que no se gastará en prevenir las enfermedades y el hambre.

A nivel mundial, hemos gastado más de 14 billones de dólares en políticas climáticas. Solo el año pasado, el costo superó los 2 billones de dólares. Una vez más, se trata de dinero gastado en políticas climáticas que no se puede destinar a la educación básica y la atención médica materna.

Luego está la alarmista afirmación del profesor del clima Michael Mann de que “no hay mayor amenaza para los países en desarrollo que la crisis climática”. Este argumento condescendiente sugiere que los activistas climáticos que viven en torres de marfil saben mucho más que las personas que habitan el Sur global. En la vida real, los africanos de 39 países sitúan el clima en el puesto 31 de los 34 problemas más importantes, muy por detrás de la educación, el empleo, la salud y las carreteras. Los mayores retos son bastante obvios si se vive en la pobreza, donde las enfermedades y el hambre se cobran vidas a diario.

Lo que los activistas ecológicos están diciendo esencialmente es que los pobres necesitan, ante todo, una reducción de las emisiones, antes que más alimentos, medicinas o vías para salir de la pobreza. Bill Gates ha respondido a esto instándonos a centrarnos en lo que más ayuda.

Una cumbre climática centrada en el bienestar humano reconocería que impulsar la prosperidad es una de las mejores respuestas políticas al cambio climático, ya que hace que las personas sean más resilientes. Al igual que con cualquier política, debemos abordar el clima centrándonos en lo que tiene mayor impacto. Eso significa poner fin a la obsesión por el costoso e ineficaz objetivo de cero emisiones netas y redoblar los esfuerzos en materia de adaptación, así como la inversión en I+D para catalizar la innovación en energía verde.

En la ciudad amazónica de Belém, los jets privados llevan a las élites climáticas mundiales a celebrar otra cumbre. Allí, más que en ningún otro lugar, ya es hora de que se escuche el sentido común.


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Bjorn Lomborg
  • Bjorn Lomborg
  • Presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.
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