Internacional

Propósito 2026: reconocer el fracaso de los ODS para invertir correctamente los recursos destinados al desarrollo

A medida que el 2025 llega a su fin, es natural que pensemos en todo lo bueno que podemos hacer el año próximo, no solo por nuestras familias y comunidades, sino por el mundo en general. Las fiestas son un momento no solo para plantearnos propósitos personales, sino también para hacernos una pregunta más importante: ¿cómo podemos ayudar a los pobres del mundo de la forma más eficaz posible?

El intento de las Naciones Unidas por responder a esa pregunta murió efectivamente este año. Hace una década, el organismo se comprometió con todos a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: se solucionaría la pobreza, el hambre, las enfermedades, el desempleo, el cambio climático y la guerra para 2030. Este año el informe de avances admitió la dolorosa verdad: solo el 18% de los 169 objetivos de la ONU están en camino de cumplirse, mientras que un tercio se encuentran estancados o retrocediendo. Si bien el hambre mundial disminuyó ligeramente, el retraso en el crecimiento infantil aumentó ligeramente en África. La crisis de aprendizaje, en la que más de la mitad de los niños de diez años de los países de bajos ingresos aún no pueden leer una frase sencilla, apenas ha variado.

Poco se habló de estos retos de desarrollo porque el año 2025 ya estaba repleto de noticias urgentes sobre geopolítica y economía. La guerra de Rusia en Ucrania siguió provocando el aumento de los precios de los alimentos y los fertilizantes. Los conflictos en Oriente Medio y Sudán provocaron el desplazamiento de millones de personas. El creciente costo de la deuda en los países en desarrollo dificultó aún más la inversión en salud y educación.

Las naciones ricas, enfrentadas a sus propias amenazas geopolíticas, inflación y déficits, recortaron drásticamente los presupuestos de ayuda exterior. Tras una caída del 9% en 2024, es probable que veamos otro descenso del 9-17% en 2025. La ayuda a los países más pobres del mundo podría reducirse en una cuarta parte. Al mismo tiempo, las principales organizaciones de desarrollo desvían ahora más de 85000 millones de dólares de ayuda hacia proyectos climáticos que buscan aparentar virtud, lo que empobrece aún más el desarrollo básico.

La cruda realidad es que en 2026 habrá aún menos recursos para hacer el bien. Tenemos que dejar de fingir que podemos permitirnos hacerlo todo a la vez, como siguen haciendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Pero aún hay formas esperanzadoras de ayudar en 2026. Mi grupo de expertos, el Copenhagen Consensus, ha pasado años trabajando con más de un centenar de economistas de primer nivel y varios premios Nobel para responder a una pregunta sencilla: dado que el dinero escasea, ¿dónde puede rendir más cada dólar disponible? Nuestra investigación, revisada por pares y publicada de forma gratuita en una serie de artículos de investigación con Cambridge University Press, señala una docena de políticas fenomenales que ofrecen rendimientos sorprendentes incluso en la dura realidad fiscal actual.

Tomemos como ejemplo la nutrición. Aunque más del 8% de la población mundial sigue estando desnutrida, sabemos que ayudar a los niños durante los primeros mil días de su vida, tanto en el útero como durante sus primeros años, puede tener efectos muy positivos con muy poco dinero. Por unos 2,50 dólares, podemos proporcionar a las madres suplementos con múltiples micronutrientes durante todo el embarazo. Esto ayudará a evitar que el bebé sufra retrasos en el crecimiento y reducirá los daños cognitivos irreversibles, lo que aumentará las probabilidades de que el niño sea más fuerte e inteligente y, por lo tanto, más productivo en su vida adulta. Las investigaciones demuestran que cada dólar invertido genera alrededor de 40 dólares en beneficios económicos a lo largo de la vida, lo que es mejor que la mayoría de las políticas que se aplican en la actualidad.

O pensemos en la crisis educativa, donde las investigaciones han identificado soluciones sencillas y probadas. Poner a los niños frente a tabletas baratas con software educativo una hora al día puede ayudar a cada alumno a aprender a su propio nivel y ritmo. Los planes estructurados para cada clase pueden ayudar a los maestros a enseñar mejor. Estas políticas cuestan solo entre 10 y 30 dólares por niño al año, pero pueden duplicar o triplicar la eficiencia general de la escuela. En una época de recortes en los presupuestos educativos, estas intervenciones reportan entre 65 y 80 dólares por cada dólar invertido. En lugar de condenar a otra generación al analfabetismo y a la baja productividad, estas soluciones ofrecen esperanza.

La lucha contra la tuberculosis y la malaria está perdiendo impulso. Sin embargo, la ampliación del diagnóstico, los tratamientos de seis meses contra la tuberculosis y los mosquiteros tratados con insecticida se encuentran entre las mejores inversiones en salud global, ya que generan entre 46 y 48 dólares de beneficios sociales por cada dólar gastado.

En total, las doce políticas costarían alrededor de 35 000 millones de dólares al año, una cantidad insignificante en comparación con los más de 10 billones de dólares necesarios para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Estos 35 mil millones de dólares podrían salvar más de cuatro millones de vidas cada año y mejorar en un billón de dólares anuales la situación de la mitad más pobre del planeta, creando empleos y estabilidad, y haciendo del mundo un lugar más seguro. Eso supone un rendimiento medio de más de 50 dólares por cada dólar invertido.

Los gobiernos deberían adoptar primero estas doce políticas de eficacia probada. Los filántropos y el resto de nosotros podemos destinar nuestras donaciones de fin de año a las organizaciones benéficas más destacadas que proporcionan mosquiteros, vitaminas, tratamiento contra la tuberculosis y enseñanza eficaz, organizaciones que logran cien veces más beneficios que las campañas que solo sirven para quedar bien y cuyo impacto es difuso.

La lección para 2026 es dura, pero poderosa: cuando los recursos son escasos, debemos dejar de prometerlo todo y, en su lugar, invertir bien.


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Bjorn Lomborg
  • Bjorn Lomborg
  • Presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.
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