Política

Si tocan a la presidenta

Si tocan a la presidenta, ¿qué nos queda a las demás?

No se trata de ella, sino de lo que ese gesto revela: un país donde el cuerpo de las mujeres sigue siendo territorio disponible, aun cuando una de nosotras ocupa el poder más alto.

No fue un error ni un malentendido: fue abuso. Y lo peor no fue verlo en cadena nacional, sino escuchar a quienes midieron ángulos, segundos y protocolos como si el respeto dependiera del cargo o de la jerarquía.

Nosotras lo reconocimos al instante. Todas hemos sentido esa mano que se posa donde no debe, esa mirada que revisa sin permiso, esa voz que llama “piropos” a su violencia. Aprendimos a cuidarnos como si la culpa fuera nuestra, a caminar con las llaves entre los dedos, a compartir la ubicación, a fingir calma cuando el cuerpo tiembla. Pero no hay precaución suficiente cuando el riesgo está en la cultura.

Si pueden tocar a la presidenta frente a las cámaras, con escoltas y poder, ¿qué puede esperar la mujer que regresa sola de madrugada, la que toma un taxi, la que trabaja en silencio, la campesina que siembra, la obrera que madruga, la estudiante, la presa, la niña? No es un hecho aislado: es la exhibición pública de una costumbre vieja, la de invadir, probar límites y ver hasta dónde se puede llegar sin consecuencias.

Las leyes existen, los días naranjas se multiplican, pero mientras sigamos dudando de la palabra de las mujeres, todo eso es cartón mojado. La violencia no persiste por falta de ley, sino por exceso de permiso.

Hay que decirlo con claridad: no se toca. No se toca en la calle, ni en el trabajo, ni en el poder. No se toca con la mano, ni con la mirada, ni con la palabra. No se toca y punto. Porque cuando tocan a una, nos tocan a todas.

La rabia no es histeria: es conciencia. Es lo que queda cuando todo lo demás ha fallado. Seguiremos hablando, denunciando, gritando, hasta que el respeto deje de ser excepción y se vuelva costumbre. Ese día, cuando ninguna mujer tenga que explicar por qué no quiere que la toquen, sabremos que esta rabia sirvió para algo: para que el país, al fin, entienda lo que significa no tocar.


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Bertha Orozco
  • Bertha Orozco
  • Jueza de Distrito en el Estado de Hidalgo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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