Cultura

Vacaciones

Nos aburrimos, las estaciones del año cambian y nos abrimos el espacio para los días de “vacaciones”. Somos tribus solares, y en el verano se aprovecha el buen tiempo, las familias dejan sus casas “vacantes”, se van a pasar esos días juntos y darse cuenta que esa insoportable convivencia hace eterno el paseo, el verdadero destino es el regreso.

A diferencia de los viajes iniciáticos o el “grand tour” del siglo XVIII y XIX en que los jóvenes buscaban la revelación que dirigiría sus existencias, las vacaciones son el momento de ociosidad para engordar, adquirir melanoma y esperar a que los niños regresen a la escuela a desarrollar la habilidad de bullear al prójimo y ser, ¡oh fatal herencia!, como sus padres.

Ante ese deprimente panorama y alejado del encuentro de Proust con Albertine en una playa o del arrebato amoroso de Muerte en Venecia, de un viejo por un noble niño polaco, se inventaron las vacaciones de “alto riesgo”. Este negocio consiste en que arrojan a los turistas a la disyuntiva de morir en su ansiado descanso, es decir de hacerlo eterno. La nueva esclavitud que es trabajar de 9 a 5 y salir en un periodo determinado por la productividad, nos hace máquinas de frustraciones predecibles.

Las vacaciones de alto riesgo prometen acabar con eso, llevan al grupo de turistas a Afganistán, van de shopping a un mercado, un terrorista pone una bomba, ametralla a unos cuantos lugareños y el tour de 15 personas se reduce a 11. Es como un reality show en la cruda realidad de la guerra. Lo más extremo es que pagan por eso. Repatriar los cuerpos es otra aventura. Alquilan helicópteros para subir riscos y se quedan allá arriba sin comunicación, ya sabemos que los teléfonos móviles no son infalibles. La moda de hace décadas sigue vigente: meterse en una jaula al océano y ver de cerca tiburones, hasta salir del paseo con un brazo cercenado. Los millonarios que rentaron un submarino para ver los restos del Titanic se perdieron en la masa oscura de la profundidad del océano.

No saben a dónde ir, las vacaciones en esos monstruosos cruceros, miles de personas estacionadas en una costa, evadiendo la claustrofobia con alcohol y comida. Los pueblos costeños se quejan de la “invasión” de esas mareas de turistas, dicen que gastan poco y ensucian mucho. Es la nueva especie el hommo turisticus. Sobrevivirá el que se ponga bloqueador solar.

¿De qué huimos si queremos encontrar el peligro?: De nuestra propia condición. Entre más excéntricas las vacaciones, son más costosas. Los que creen que las memorias y las anécdotas se compran, que las existencias vacías se pueden llenar con las fotos en el teléfono que muestran lo lejos que podemos ir para ser los mismos. Se puede ir lejos o tal vez sólo ir a mirar el mar y sentir cómo el agua se mueve por voluntad propia.


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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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