La brutalidad está de moda y es, a su vez uno de los problemas más arraigados en la humanidad. La última novela de Ken Follet es brutal, sucede al final del Neolítico, es una ficción sobre la construcción de Stonehenge, en Inglaterra. El ambiente es entre comuna hippie y Los Picapiedra, todo es new age, hasta que se pone brutal. La sociedad se divide entre agricultores y ganaderos. Es muy elemental, no conocen los metales, sus recursos de agua son los ríos, ignoran como obtener agua de los pozos.
La sociedad es el poder del más fuerte, las mujeres agricultoras son posesión material de los hombres, carecen de opinión, son bestias que paren hijos, trabajan y mueren. Muy parecido a muchas sociedades actuales. Las ganaderas tienen más autonomía y participan en las decisiones de la tribu. Los agricultores siguen la dieta Keto y los ganaderos la Paleo, comen todo tipo de carne, es horrible leer decenas de veces cómo destazan animales, los cocinan de forma rudimentaria y de la misma forma matan al prójimo, por lo menos no son caníbales. Pasan por una larga sequía, esa carestía los vuelve más agresivos, nadie culpa al cambio climático, entienden que es parte de la Naturaleza.
La novela es agotadora, no tiene los alcances de Los Pilares de la tierra, porque el arte es un gran tema literario, y los conflictos son más sofisticados e inteligentes cuando la misión es filosófica y arquitectónica. En El Circulo de los Días está el reto de arrastrar esas mega piedras, pero mientras lo hacen matan, tragan, cogen y no pronuncian ni una sola frase memorable. Me siento desolada cuando no puedo agregar a mi memoria una frase o un personaje que me seduzca.
Lo interesante es que la violencia inicia desde los alimentos hasta el asesinato. En el momento en que nuestra sociedad actual se va a ese salvajismo el retroceso es de miles de años. Cada vez que un ser humano cae en esa crueldad es de nuevo un troglodita que únicamente tiene sus instintos como ley. Los personajes más violentos de la novela son los mismos que hoy tienen estados y comunidades aterrorizadas en nuestro país, o los que duermen con un arma de asalto y la usan para matar gente en un supermercado.
La tarea de construir Stonehenge es mínima contra la tarea de someter a los personajes violentos de la historia. Es la misma sensación que se percibe en cada asesinato que sucede en México y que no hay autoridad que los detenga. La novela está claramente dividida en protagonistas y antagonistas, buenos y malos, sin embargo, esa sociedad no fue tan rudimentaria. Ken Follet omite que había arte, medicina que se unía a la magia. La faceta que elije es muy elemental, tal vez para no complicar la trama, pero eso debilita a la historia. Si en una novela superficial la violencia se ve tan cruda, irracional, cómo se verá en nuestra época, en esta realidad en que vivimos escenas semejantes y se supone que somos civilizados, hoy matan animales a pedradas y a mujeres por desobedecer al marido, hoy son peores.