Política

El odio en la era digital

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Las redes sociales se han transformado en una herramienta esencial para la democracia. Todos los días permiten que más personas se expresen y participen en la conversación pública, discutan los asuntos que les importan y hagan valer sus causas. A través de las redes las personas intercambian opiniones y se movilizan en torno a los asuntos que son relevantes para su comunidad. Así, las redes facilitan la acción colectiva, el acceso a la información, la participación política, la difusión de información pública y el ejercicio de la libertad de expresión.

Al mismo tiempo, las redes sociales se han convertido en un espacio propicio para la propagación del discurso de odio. En ellas, como en otros contextos, existen ciertos grupos que se asumen con la autoridad moral para despreciar, marginar y violentar a los demás simplemente porque son diferentes. Las redes sociales ofrecen posibilidades inéditas para el anonimato y la amplificación del discurso, que permiten a ciertos actores discriminar a los grupos vulnerables a gran escala y sin enfrentar consecuencias.

El odio que se disemina en las redes perpetúa los estereotipos, arraiga los prejuicios y propicia un clima de intolerancia y exclusión que margina a las víctimas, lo que robustece la discriminación estructural en su contra y hace más difícil que ejerzan sus derechos en condiciones de igualdad. Las víctimas sufren graves afectaciones en su integridad psicológica, incluyendo sentimientos de ansiedad, depresión, miedo y paranoia. El fenómeno afecta particularmente a las mujeres, las personas de la diversidad sexual, los inmigrantes, entre otros grupos históricamente oprimidos, que se enfrentan con amenazas de muerte o violación; comentarios homofóbicos, racistas o sexistas; acoso cibernético, y mensajes de intimidación. En última instancia, el odio termina por silenciar a las víctimas, quienes optan por la autocensura con tal de no seguir padeciendo la violencia digital, en detrimento de su libertad de expresión.

Con todo, la propagación del odio en el ecosistema digital tiene consecuencias mucho más amplias en la sociedad. Como sabemos, el lenguaje configura la realidad y condiciona prácticamente todas nuestras interacciones. Por ello, cuando se utiliza para denostar a ciertos grupos por su identidad, el lenguaje influye en la percepción de su valor y del lugar que ocupan en la comunidad. Cuando el discurso machista, homofóbico y racista permea en la sociedad y se normaliza, las conductas violentas son prácticamente inevitables, generando un ambiente de desprecio y hostilidad en el cual todo está permitido.

Del mismo modo, la forma en la que se representa a cierto grupo o persona en las redes sociales —menos humano, menos valioso, peligroso, etcétera— puede exacerbar el rechazo en su contra y detonar los impulsos violentos de los agresores. Esa tendencia resulta amplificada por la arquitectura de las redes sociales, que suele operar como una “burbuja ideológica” en la que convergen y se confirman nuestras percepciones, lo cual valida conductas destructivas y violentas.

Por lo anterior, es fundamental recordar que el discurso de odio no está protegido por la Constitución. Aunque su texto recoge una concepción robusta de la libertad de expresión, pilar indispensable de la democracia, el discurso machista, homofóbico o racista no tiene cobertura constitucional.

Nuestra Constitución está basada en el respeto por la dignidad de todas las personas, para avanzar hacia una sociedad en la que imperen debates intensos sobre todas las cuestiones públicas, pero siempre con respeto hacia todas y todos los integrantes de la comunidad. Una sociedad igualitaria, en la que todas las voces se escuchen con fuerza, y nadie sea objeto de exclusión por ser diferente. Este anhelo no solo permanece vigente, sino que cobra una fuerza renovada en la era de las redes sociales.

El discurso de odio provoca violencia, y la violencia nunca puede ser el camino para resolver nuestras diferencias. Solo con igualdad y pleno respeto hacia los demás, aprovecharemos el potencial de las redes sociales para consolidar nuestra democracia en la era digital.

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Arturo Zaldívar
  • Arturo Zaldívar
  • Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de México. Ministro en retiro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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