La maestra de Historia del Arte que seguramente paga la acaudalada dama que le acompaña, ha ido sorteando la difícil tarea de explicar cada pieza expuesta en Rastros y vestigios, colección Coppel de Arte Contemporáneo; le divirtió la cuerda de guitarra colgada en la pared, aunque no era la de la guitarra de John Lennon, había sorteado con cierto terror los recados póstumos de suicidas compilados por Teresa Margolles y expuestos en marquesinas de cines abandonados, se aligeró cuando una de sus escuchas le preguntó que donde quedaban dichos cines y dijo no acordarse en ese momento, en la siguiente sala le esperaba la clave añorada, goma de mascar negra pegada sobre lienzo como si fuera un perrito dálmata, fue el primer comentario, luego ante la cara de estupefacción de sus alumnas buscó la solución en la cédula en donde se decía que esas manchas representaba el mapa de las ciudades alemanas mandadas bombardear por Winston Churchilll durante la segunda guerra mundial, y exclamó ¡Si no leemos no vamos entender!
Rastros y vestigios es una de esas exposiciones que se sostiene por el discurso más que por los objetos y la materialización de una idea; la propuesta de Tatiana Cuevas, la curadora se sustenta en una arqueología referencial, ¿Qué vestigios dejara la civilización cuando haya desaparecido? A partir objetos materiales se desgrana una cascada referencial y cognitiva que definitivamente como lo descubrió la profesora guía, la lectura y el conocimiento son indispensables para entender esta premisa del mal llamado Arte contemporáneo o arte actual. Hasta aquí el discurso aparece articulado, con sus altibajos y destellos, para mi personal gusto lo mejor son las fotografías de Gabriel Orozco; Andy Warhool; Wim Wenders con el cielo de Paris Texas; el mar del norte embravecido captado por postales y corroborado por l Susan Hiller, los planetas diminutos de FritziaIrizar o los objetos del Walking de Richard Long. No hay duda de que el ingenio y la creatividad humana son instrumentos para incentivar la reflexión quedando a deber el placer estético en la mayoría de los casos, en donde la materia, sea esta una autoparte o el mármol más dúctil haya sido transformada en poética.
El que esta colección privada se haya presentado en tres de los principales recintos del país como son el Instituto Cultural Cabañas, El Museo Amparo en Puebla y ahora el colegio de San Ildefonso de la ciudad de México, no es un asunto menor; dado que representa un proceso de autentificación y prestigio del arte y principalmente de su mercado; la fórmula no es tan secreta, junto con piezas de algunos nombres reconocidos como Beuys; Wim Wenders; Andy Warhol; producto de reserva probada se mezclan las consagraciones recientes de Gabriel Orozco; Félix González Torres; Francis Alys, O Kamora, acompañados por otros nombres no menos importantes y a partir de ahí las reflexiones afloran, siempre es bueno tenar algo de basura como el recuerdo de un concierto o unos ladrillos envueltos para regalo, la colección de piedras o de fotos de la infancia y por supuesto el chicle pegado en el lienzo que tanto preocupó a la miss, no olviden leer para entender y que los “artistas contemporáneos” no olviden que sin objeto artístico no hay arte lo demás es filosofía por correspondencia.