No estoy de acuerdo con la idea de que el Arte deba ser considerado como discurso de género. El arte en tanto que lo consideramos un lenguaje universal condiciona un campo semántico único y diverso en una obra artística.
María Izquierdo (1902-1955), perteneció a una generación de artistas mexicanos que entre los años de 1920-1940, impulsaron otras formas de hacer y difundir el Arte en nuestro país. Su carrera es paralela a la de Frida Kahlo, con una vida tan difícil como la de la pintora de Coyoacán; María como mujer sola y con responsabilidades familiares, supo afiliarse a las corrientes del Arte Contemporáneo y sobreponerse a la discriminación desatada por los machos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, quienes con sus opiniones le impidieron que realizara una obra mural en el edificio de gobierno del Distrito Federal en 1945. Esta circunstancia le produjo una fuerte depresión que desembocó en una hemiplejia, misma que no fue impedimento para pintar otros 25 cuadros.
La Exposición de María Izquierdo que actualmente se presenta en las salas principales del MUSA, nos permite reconocer tres etapas en su camino pictórico; la primera marcada por un interés en los movimientos vanguardistas de su época, el geometrismo cubista o la metafísica propuesta por el italiano Giorgio Chirico están presentes en cuadros como el teléfono en donde al introducir una lima, símbolo del gusto en los retratos del siglo de oro español sugiere y a la vez rompe con el tradicional género del bodegón, lo mismo ocurre con la raqueta, un antifaz y un megáfono, entre otros objetos acompañan a la raqueta de tenis que tiene como fondo una ventana que se abre al infinito. Una obra importante por su audacia cromática y solución formal, es el retrato de Belem, hay que ver los colores y la manera como Belem descansa sus brazos sobre una cómoda, así como los símbolos que la acompañan incluida una manzana.
Una segunda etapa que se identifica por un interés por temas populares, que como ella mismo lo ha dicho están muy lejos del folclore, sus escenas de circo nos revelan dominio de la técnica del gouache y una depurada composición en clara analogía con la vida de los equilibristas; en especial hay que detenerse en el “baile del oso”, en donde ha captado una escena dinámica y plena de color; o la alacena que incluye un rinoceronte, en los cuadros producidos en este periodo también vamos encontrar paisajes idílicos como se aprecia en Caballos en el río, esta obra realizada en 1946 tal vez sea la que cierra un ciclo creativo, caracterizado por la exploración y la creatividad.
Después de la depresión emocional sufrida por la cancelación de su mural, sus cuadros se convierten en un documento estremecedor; y su cara estará presente en las imágenes de la Virgen de los Dolores; los árboles cortados los vamos encontrar en “la soga” o en “idilio”, un paisaje desolado va a contrastar con los colores vivos.
Ver estos cuadros de María Izquierdo nos revela una propuesta plástica renovadora y reveladora para su época y vigente aún para la plástica mexicana; su concepción del color y de los espacios sin duda conforma una experiencia estética que no debe perderse. Una oportunidad para acércanos a la apreciación y disfrute de la obra de esta artista declarada Ilustre de Jalisco por el Congreso del Estado.