La peste bubónica que diezmó a Europa entre los siglos XIII y XIV, tuvo a muchos santos patronos para atacarla , uno fue san Roque de Montpellier, nació hacia 1350 y para 1367 ya lo tenemos repartiendo su fortuna entre los pobres; estuvo en Roma 3 años y de camino, al pasar por los Apeninos, encontró la villa de Acquapendente devastada por la peste, por lo que se quedó a cuidar y asistir al os enfermos a los que curó haciendo la señal de la cruz sobre ellos y con los conocimientos de medicina adquiridos en su ciudad natal sede de una las más prestigiosa y centenaria escuela de medicina. Al caer enfermo Dios le envió un ángel curador que le aplicó un ungüento en la herida, hizo brotar una fuente para saciar su sed y cada día un perro le llevada pan robado de la mesa de su amo. Una vez curado, de regreso a Montpellier, en Angeria, fue denunciado como espía y lo encarcelaron, en donde murió hacia 1379. El concilio de Ferrara (1431-1445) amenazado por una epidemia de peste prescribió plegarias públicas para pedir la procesión del santo de Montpellier con lo que comenzó un culto popular que pronto se extendió por todo Europa antes las constantes amenazas sanitarias como patrono contra peste y calamidades. El papa Gregorio XIII lo canonizó en 1584 y escribió su nombre en el martirologio.
Fueron los franciscanos los que trajeron su culto a América, casi todos tuvieron una capilla dedicada al peregrino de Montpellier, el convento de San Francisco de Guadalajara tuvo la suya ubicada al norte del actual jardín. En Sayula, se mantiene el casco y la portada de la capilla que fue construida entre 1737 y 1775, sus bóvedas fueron destruidas por el terremoto de 1818, no obstante permanece su fachada caracterizada por una escultura de San Roque, al santo se le representa con su atuendo de peregrino, llamado sarrocchino, con sus accesorios tradicionales: bordón, cantimplora y zurrón , con su mano descubre una pústula, se acompaña de un perro que sostiene un pan en sus fauces. La escultura de Sayula coincide con esta representación, san Roque con su capa de peregrino, muestra la lesión causada por la peste y un paciente perro le acompaña un lado. La escultura es una prueba del avance de cultura material en la por entonces capital de la Provincia de Ávalos.
En estos tiempos de muchos del acoso virus, del virus verborreico y otros virus, conviene invocar a San Roque: Oh, Dios, que por medio de vuestro Ángel presentasteis al Bienaventurado San Roque una tablilla escrita, prometiéndole que cualquiera que de corazón le invocare quedaría libre de los estragos de la peste, concedednos la gracia de que, celebrando su gloriosa memoria, mediante sus méritos y ruegos, seamos libres de todo contagio tanto de cuerpo como de alma. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
En tiempos de la sana distancia se recomiendan pequeñas dosis de pensamiento mágico.