Entre las obras públicas que se llevan a cabo en la ciudad, hay dos que afectan el patrimonio arquitectónico, cultural y artístico de Guadalajara: la Línea 3 del tren ligero y la renovación del Museo Regional; no obstante que la diferencia en inversiones es abismal, en una de dieciocho mil millones de pesos y en la otra dieciocho millones, las dos tienen en común la opacidad de sus proyectos y el ataque directo al patrimonio cultural de Jalisco, sea por ignorancia o soberbia de la historia local , con la complacencia o silencio de las autoridades jaliscienses; no pongo en duda los beneficios de la obra del tren ligero en una ciudad cuyo mayor problema es la movilidad y el poder que ejercen los auto transportistas en el diseño y manejo de la misma; lo del Museo también necesita una renovación material y lo del guion que impulsan los predicadores de la “nueva museología” será pasajero y cuando lleguen los nuevos enviados de la federación con el síndrome del Rey Azteca que los caracterizan procederán a dar su nueva versión. Lo que cuestiono es su poco respeto al patrimonio.
Los primeros daños fueron contra dos puentes de arquitectura moderna, el puente de entrada a Zapopan diseñado por el arquitecto González Gortázar, ante las protestas de atentar contra la obra de uno de los representantes del movimiento de arquitectura mexicana contemporánea, lo retiraron con la promesa de instalarlo en otro lugar hasta la fecha no se sabe de su paradero. El otro puente conocido como de “La Normal”. Su destino es un ejemplo característico de las actitudes de funcionarios de la federación, al estorbar el paso de una de sus máquinas se ordenó su demolición. La prensa ha documentado las afectaciones a fincas del siglo XIX que se encuentran en la Avenida Alcalde, la más notable es “La casa de los perros” o Museo del Periodismo por cuyos daños estructurales permanece cerrado. El daño más grave y que tanto pesar causa es el ocasionado al templo de San Francisco, concluido en 1695 había resistido temblores y guerras pero no pudo con las decisiones de empleados de la federación que sin consultar a los expertos locales procedieron a inyectarle cemento en la parte equivocada, como resultado tiene importantes cuarteaduras y está cerrado.
El caso del Museo Regional es emblemático por tratarse de una dependencia del INAH, institución que tiene como función principal la conservación y difusión del patrimonio nacional y que en los últimos años ha caído en manos de arquitectos y empleados de carrera poco interesados en el patrimonio y más interesados en los negocios que representan las nuevas museografías; para su renovación material se ignoró por completo las recomendaciones de los expertos del Centro INAH Jalisco para ponerle un piso similar al de las banquetas que lo rodean, ignorando que el piso de jarro o de “perón” todavía se fabrica; piezas emblemáticas como el mamut han sufrido fracturas al intentar moverlas; otro problema es la ignorancia mostrada por los funcionarios de la federación respecto de sus colecciones y llegar al extremo de pretender embodegar su importante pinacoteca desconociendo que es origen y motivo del museo. En la sala introductoria, ejemplo de su nueva museografía, la acumulación de objetos disuelve su importancia artística y estética, pone en peligro pinturas del siglo XVIII y está plagada de información sin ningún orden.