Este 6 de diciembre México celebrará siete años de la transformación. Siete años desde que el país decidió dejar atrás la resignación, la desigualdad normalizada y la política de élites que gobernaban para unos cuantos. Y lo haremos en grande: con la Presidenta Claudia Sheinbaum encabezando un acto multitudinario frente a cientos de miles de mexicanas y mexicanos que no van por consigna, sino porque reconocen que el país cambió para bien y que este proyecto merece seguirse profundizando.
Mientras la transformación convoca a plazas llenas con hechos, la oposición intenta revivir con hashtags, relanzamientos reciclados y campañas digitales infladas artificialmente. El PAN presume “nuevos aires”, pero solo respira nostalgia y el mismo agotamiento ideológico de siempre. El PRI, extinguiéndose a gran velocidad, se radicaliza para seducir a un 2% que vive del enojo, del morbo y de la violencia como espectáculo. Y Movimiento Ciudadano… cada vez más desdibujado, más cerca de la derecha que de cualquier proyecto progresista, atrapado en la banalidad publicitaria y en los malos resultados de sus gobiernos.
Frente a ese paisaje, la diferencia es abismal.
Claudia Sheinbaum llega a este séptimo aniversario con logros que ningún gobierno en décadas podría presumir: más de 13.4 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza; el país logró una reducción histórica del índice de Gini, confirmando la mayor disminución de desigualdad en nuestra historia reciente.
Hoy más de 32 millones de personas reciben programas sociales, no como favores, sino como derechos:
• Pensión para Adultos Mayores
• Pensión para Personas con Discapacidad
• Becas Benito Juárez
• Jóvenes Construyendo el Futuro
• Rita Cetina para niñas y adolescentes
A esto se suma el aumento histórico al salario mínimo, que ha recuperado el poder adquisitivo perdido por décadas; los ingresos tributarios más altos de la historia, sin aumentar impuestos; la reducción del 37% de los homicidios desde el pico heredado por la derecha; y la ampliación de derechos constitucionales para los pueblos y comunidades originarias, una deuda saldada al fin.
Mientras la derecha infla números en redes, la transformación infla resultados en la vida real.
Por eso, cuando AMLO dijo en su mensaje más reciente que tenemos a la mejor presidenta del mundo, no se equivocó. Pero también dijo otra verdad incuestionable: tenemos a la peor oposición del planeta. Una oposición empequeñecida en visión, en proyecto y en compromiso con el país.
México eligió algo más grande: el humanismo mexicano. Un modelo que demuestra con datos —no con propaganda— que se puede gobernar con ciencia, honestidad, resultados y justicia social. Un modelo que hoy se estudia fuera de México como caso de éxito.
Este 6 de diciembre, siete años después, la transformación no solo sigue viva: avanza, se profundiza y se consolida.
Y cientos de miles lo confirmarán en el Zócalo.
La historia también.