La novela Suite francesa, de Irène Némirovsky, es una obra póstuma e inacabada escrita en medio del caos de la Segunda Guerra Mundial. Suite francesa narra la vida bajo la ocupación alemana en Paris, Francia, combinando la crónica de historias entrelazadas. Némirovsky muestra la fragilidad humana, pero también la fuerza interior que permite resistir y adaptarse ante la adversidad.
Esa misma fuerza es la que define la resiliencia del pueblo mexicano. México, al igual que la Francia de la novela, ha enfrentado crisis profundas: desastres naturales, violencia, desigualdad, narco poder y corrupción. Sin embargo, la sociedad mexicana ha desarrollado una capacidad notable para reconstruirse una y otra vez. La manifestación organizada por la generación z, que ha aprendido a vivir al día, a olvidarse voluntariamente del mañana y que se preguntan ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, mientras en su vida diaria se arriesgan a perder el honor y la vida.
Así como los franceses de Suite francesa aprendieron a sobrevivir sin perder su humanidad, el pueblo mexicano ha demostrado que su mayor fortaleza radica en su espíritu comunitario, en su capacidad de convertir el dolor en acción y la tragedia en esperanza. Ambos pueblos comparten la enseñanza de que la verdadera victoria no siempre se encuentra en la guerra o la política, sino en la dignidad y la solidaridad con que se enfrentan las pruebas más duras.
Es necesario puntualizar la importancia del epílogo, donde se incluyen cartas y fragmentos de diarios de Némirovsky, y así conocemos lo que le ocurre a ella: el miedo por ser judía, los intentos de zafarse de la maquinaria nacionalsocialista, pero también los borradores y planes que tenía de los personajes, su intención de continuar escribiendo. No permitamos que el miedo nos domine sólo por pensar diferente.
Los gobiernos, al igual que los imperios, cambian, ninguno es eterno, la historia hará su implícita función, dictar sentencia. No más violencia y abramos un espacio para el dialogo y la paz, conservemos la cabeza fría. Endurezcamos el corazón. Esperemos.