El panorama parecería desolador para México. En su primer día como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump cumplió prácticamente todas sus amenazas de campaña. Hoy, la política de deportaciones masivas, el blindaje militar de la frontera y la designación de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas, son ya ley. Esto sin contar que Trump le ha cambiado el nombre al Golfo de México y que sigue amenazando con imponer 25% de aranceles a los productos importados de México. Ante este escenario, es fundamental que, tal y como lo ha venido haciendo, México continúe diseñando una estrategia de negociación adecuada, que no sólo tome en cuenta nuestros intereses, sino la personalidad de Trump.
Trump tiene varias características que lo hacen particular a la hora de negociar. Primero, su estilo es el de un matón. Es decir, lo que se llama en el argot moderno un bully, alguien que acosa y ataca, sin escrúpulos. Por otro lado, es un negociador agresivo, que siempre empieza con apuestas altas. Ello le asegura que, incluso si en el camino cede algo, la probabilidad de que gane mucho es alta. Trump es también alguien que habla y habla, pero no siempre respalda con acción lo que dice. En la práctica, esto significa que muchas de sus amenazas pueden no materializarse si encuentra una resistencia inteligente y bien planteada. Finalmente, de nuestro particular interés, por el género de nuestra presidenta, Trump es un misógino. Desprecia a las mujeres y eso lo hace tener un estilo de superioridad moral frente a ellas. Esta situación plantea un desafío adicional a tomar en cuenta.
Todo esto se debe considerar, para darnos cuenta que lo fundamental y urgente, ahora y hacia adelante, es desarrollar una estrategia de negociación eficaz y consistente. Primero, dicha estrategia debe ser firme, para que Trump entienda que tiene límites, pero no debe ser desafiante, para evitar despertar sus instintos de victimismo más básicos, que son los que lo hacen ser violento. Segundo, debe ser una estrategia que entienda cuáles sí son temas centrales de la relación, como los efectos de las deportaciones o los aranceles, y cuáles son distractores, como el Golfo de América. Tercero, debe ser una estrategia que comprenda sus motivaciones emocionales, para no entrar en ese terreno, en el que será imposible obtener algo de él. Y finalmente, debe ser una estrategia que entienda que Trump tiene muchos intereses económicos, pocos ideales políticos y carece de valores. Si logramos demostrarle que atacar a México es atacar esos intereses, tendremos éxito en desviar su odio hacia otras latitudes; hacia países y regiones que, por cierto, tienen mucho más de qué preocuparse que nosotros que, pensándolo bien, en realidad ya lo conocemos. Y este es el análisis mental de tu Sala de Consejo semanal.